Consagración Total a Jesús por María: Día 23

EN QUÉ CONSISTE LA CONSAGRACIÓN A JESÚS POR MARÍA 1ERA PARTE.

Tomado del libro: Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen por San Luis María Grignion de Montfort, 120- 121.

Nuestra perfección consiste en estar acordes, unidos y consagrados a Jesucristo, por tanto, la más perfecta de todas las devociones es la que nos conforma, nos une y nos consagra más perfectamente a Él. María es entre todas las criaturas la más conforme a Jesucristo, Entre todas las devociones, la que consagra y conforma más un alma a Nuestro Señor, es la devoción a la Santísima Virgen, su Santa Madre, y cuanto más se entregue un alma a María, más se unirá con Jesucristo, y, he aquí por qué la perfecta consagración a Jesucristo no es otra cosa que una perfecta y entera consagración de sí mismo a la Santísima Virgen, y ésta es la devoción que estamos haciendo; haremos una perfecta renovación de los votos y promesas del santo Bautismo, que consiste en renunciar a todas las cosas que nos alejan de Dios.

Esta devoción consiste en entregarse enteramente a la Santísima Virgen para ser todo de Jesucristo por medio de María.

• Debemos entregarle primero: nuestro cuerpo con todos sus sentidos y cada una de sus partes; Segundo: nuestra alma con todas sus potencias (memoria, entendimiento y voluntad).

• Tercero: nuestros bienes exteriores, o sea nuestra fortuna presente y futura.

• Cuarto: nuestros bienes interiores y espirituales, es decir, nuestros méritos, nuestras virtudes y nuestras buenas obras pasadas, presentes y futuras. En una palabra, entregaremos a María todo lo que tenemos, y todo lo que lleguemos a tener en el futuro, sin reserva ninguna, ni de un céntimo, ni de un cabello, ni de la menor buena obra, y además por toda la eternidad, y sin pretender ni esperar ninguna otra recompensa de nuestra ofrenda ni de nuestros servicios, sólo la honra de pertenecer a Jesucristo por María y en María.


Por liberación, sanación y protección

Salmo 32 (33): Himno al poder y a la providencia de Dios

Ant. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros.

Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.

Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; cantadle un cántico nuevo, acompañando vuestra música con aclamaciones:

que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales,

él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.

La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos;

encierra en un odre las aguas marinas, mete en un depósito el océano.

Tema al Señor la tierra entera, tiemblen ante él los habitantes del orbe:

porque él lo dijo, y existió; él lo mandó, y surgió.

El Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos; pero el plan del Señor subsiste por siempre, los proyectos de su corazón, de edad en edad.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.

El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres;

desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra:

él modeló cada corazón, y comprende todas sus acciones.

No vence el rey por su gran ejército, no escapa el soldado por su mucha fuerza, nada valen sus caballos para la victoria, ni por su gran ejército se salva.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.

Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo, con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros.


Oraciones propias del día

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envíanos, Señor tu Espíritu Creador y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envíanos, Señor tu Espíritu Creador y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envíanos, Señor tu Espíritu Creador y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra.

Orar y meditar: Letanías de Nuestra Señora / Oración a Nuestra Señora / Gloria / Dulce Madre.


LETANÍAS DE NUESTRA SEÑORA
Señor, ten piedad: Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad: Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad: Señor, ten piedad
Cristo, óyenos: Cristo, oyénos
Cristo, escúchanos: Cristo, escúchanos
Dios Padre Celestial: Ten misericordia de nosotros
Dios, Hijo, Redentor del mundo: Ten misericordia de nosotros
Dios, Espíritu Santo: Ten misericordia de nosotros
Trinidad Santa, un solo Dios: Ten misericordia de nosotros
Santa María: Ruega por nosotros
Santa Madre de Dios: Ruega por nosotros
Santa Virgen de las Virgenes: Ruega por nosotros
Madre de Cristo: Ruega por nosotros
Madre de la Iglesia: Ruega por nosotros
Madre de Misericordia: Ruega por nosotros
Madre de la divina gracia: Ruega por nosotros
Madre de esperanza: Ruega por nosotros
Madre purísima: Ruega por nosotros
Madre castísima: Ruega por nosotros
Madre siempre Virgen: Ruega por nosotros
Madre inmaculada: Ruega por nosotros
Madre amable: Ruega por nosotros
Madre admirable: Ruega por nosotros
Madre del buen consejo: Ruega por nosotros
Madre del Creador: Ruega por nosotros
Madre del Salvador: Ruega por nosotros
Madre de misericordia: Ruega por nosotros
Virgen prudentísima: Ruega por nosotros
Virgen digna de veneración: Ruega por nosotros
Virgen digna de alabanza: Ruega por nosotros
Virgen poderosa: Ruega por nosotros
Virgen clemente: Ruega por nosotros
Virgen fiel: Ruega por nosotros
Espejo de justicia: Ruega por nosotros
Trono de la sabiduría: Ruega por nosotros
Causa de nuestra alegría: Ruega por nosotros
Vaso espiritual: Ruega por nosotros
Vaso digno de honor: Ruega por nosotros
Vaso de insigne devoción: Ruega por nosotros
Rosa mística: Ruega por nosotros
Torre de David: Ruega por nosotros
Torre de marfil: Ruega por nosotros
Casa de oro: Ruega por nosotros
Arca de la Alianza: Ruega por nosotros
Puerta del Cielo: Ruega por nosotros
Estrella de la mañana: Ruega por nosotros
Salud de los enfermos: Ruega por nosotros
Refugio de los pecadores: Ruega por nosotros
Consuelo de los migrantes: Ruega por nosotros
Consoladora de los afligidos: Ruega por nosotros
Reina de los Ángeles: Ruega por nosotros
Reina de los Patriarcas: Ruega por nosotros
Reina de los Profetas: Ruega por nosotros
Reina de los Apóstoles: Ruega por nosotros
Reina de los Mártires: Ruega por nosotros
Reina de los Confesores: Ruega por nosotros
Reina de las Virgenes: Ruega por nosotros
Reina de todos los Santos: Ruega por nosotros
Reina concebida sin pecado original: Ruega por nosotros
Reina asunta a los Cielos: Ruega por nosotros
Reina del Santísimo Rosario: Ruega por nosotros
Reina de las familias: Ruega por nosotros
Reina de la paz: Ruega por nosotros
Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Escúchanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Ten misericordia de nosotros  
  Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo; y por la intercesión gloriosa de Santa María,  la Virgen, líbranos de las tristezas y de este mundo y concédenos las alegrías del Cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. ¡Amén!  

Oración a Nuestra Señora de San Luis María Grignion de Montfort.

¡Salve, María, amadísima Hija del Eterno Padre; salve María, madre admirable del Hijo; salve, María, fidelísima Esposa del Espíritu Santo; salve, María, mi amada Madre, mi amable Maestra, mi poderosa Soberana; salve, gozo mío, gloria mía, mi corazón y mi alma! Eres toda mía por misericordia, y yo soy todo tuyo por justicia, pero todavía no lo soy bastante. De nuevo, me entrego a Ti todo entero en calidad de eterno esclavo, sin reservar nada, ni para mí, ni para otros. Si algo ves en mí que todavía no sea tuyo, tómalo enseguida, te lo suplico, y hazte dueña absoluta de todos mis haberes para destruir, desarraigar y aniquilar en mí todo lo que desagrade a Dios, y plantar y levantar y producir todo lo que le guste.

La luz de tu fe disipe las tinieblas de mi espíritu; tu humildad profunda ocupe el lugar de mi orgullo; tu contemplación sublime detenga las distracciones de mi fantasía vagabunda; tu continua vista de Dios llene de su presencia mi memoria, el incendio de caridad de tu corazón abrase la tibieza y frialdad del mío; cedan el sitio a tus virtudes mis pecados; tus méritos sean delante de Dios mi adorno y suplemento. En fin, queridísima y amadísima Madre, haz, si es posible, que no tenga yo más espíritu que el tuyo para conocer a Jesucristo y entender sus divinas voluntades; que no tenga más alma que la tuya para alabar y glorificar al Señor; que no tenga más corazón que el tuyo para amar a Dios con amor puro y con amor ardiente como Tú.

No pido visiones, ni revelaciones, ni gustos, ni contentos, ni aun espirituales. Para Ti el ver claro, sin tinieblas; para Ti el gustar por entero sin amargura; para Ti el triunfar gloriosa a la diestra de tu Hijo, sin humillación; para Ti el mandar a los ángeles, hombres y demonios, con poder absoluto, sin resistencia, y el disponer en fin, sin reserva alguna de todos los bienes de Dios. Esta es, divina María, la mejor parte que se te ha concedido, y que jamás se te quitará, que es para mí grandísimo gozo. Para mí y mientras viva, no quiero otro sino el experimentar el que Tú tuviste: creer a secas, sin nada ver y gustar; sufrir con alegría, sin consuelo de las criaturas; morir a mí mismo, continuamente y sin descanso; trabajar mucho hasta la muerte por Ti, sin interés, como el más vil de los esclavos. La sola gracia que por pura misericordia te pido, es que en todos los días y en todos los momentos de mi vida diga tres amenes: amén (así sea) a todo lo que hiciste en la tierra cuando vivías; amén a todo lo que haces al presente en el cielo; amén a todo lo que obras en mi alma, para que en ella no haya nada más que Tú, para glorificar plenamente a Jesús en mí, ahora y en la eternidad. ¡Amén!

Gloria

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Dulce Madre

Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!


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