Consagración Total a Jesús por María: Día 7

NUESTROS SANTOS PATRONOS.

Tomado del libro: Imitación de Cristo, libro I, cap. 18

¡Oh, cuán grande fue el fervor de todos los escogidos por Dios al principio! ¡Cuánta la devoción de la oración! ¡Cuánto el celo por alcanzar la santidad! ¡Cuánta disciplina! ¡Cuánta reverencia y obediencia tenían en todas las cosas! Aún hoy, dan testimonio de ello las señales que quedaron, de que fueron verdaderamente varones santos y perfectos los que, peleando tan esforzadamente, vencieron al mundo.

Pero hoy, aquel que obedece a medias es admirado por todos, como si fuera algo grandioso y digno de santidad ¡Oh tibieza y negligencia de nuestro estado, por nuestra pereza y mediocridad! ¡Que Dios nos ayude a aprovechar todas las Gracias que nos regala, sobre todo por el ejemplo de nuestros santos patronos! Si no lo has hecho todavía, toma a tu santo patrono (aquel santo por el cual llevas tu nombre u otro santo al que le tengas mucho afecto), como intercesor tuyo para que ruegue a Dios todos los días y así obtengas regalos especiales de parte del Cielo, que te lleven a la santidad.


Por liberación, sanación y protección

Salmo 85 (86): Oración de un pobre ante las dificultades

Ant. Tú eres mi Dios, ten piedad de mí, Señor

Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado;

protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día;

alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti;

porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.

Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas.

No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: «Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios». Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;

daré gloria a tu nombre por siempre, por tu gran piedad para conmigo,

porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava; dame una señal propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.

Ant. Tú eres mi Dios, ten piedad de mí, Señor.


Oraciones propias del día

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén! Ven Espíritu Santo, ilumina mi corazón, para ver las cosas que son de Dios; Ven Espíritu Santo, dentro de mi mente, para conocer las cosas que son de Dios; Ven Espíritu Santo, dentro de mi alma, que yo le pertenezco solamente a Dios; Santifica todo lo que yo piense, diga y haga para que todo sea para la gloria de Dios. ¡Amén!

Orar y meditar: Veni, Creator Spiritus / Ave Maris Stella / Magníficat / Dulce Madre.


ORACIONES PARA LA PRIMERA PARTE

Veni, Creator Spiritus  

Ven, Creador, Espíritu amoroso,
ven y visita el alma que a ti clama y con tu soberana gracia inflama los pechos que criaste poderoso.  

Tú que abogado fiel eres llamado, del Altísimo don, perenne fuente de vida eterna, caridad ferviente, espiritual unción, fuego sagrado.  

Tú te infundes al alma en siete dones, fiel promesa del Padre soberano;
tú eres el dedo de su diestra mano,
tú nos dictas palabras y razones.  

Ilustra con tu luz nuestros sentidos,
del corazón ahuyenta la tibieza, haznos vencer la corporal flaqueza, con tu eterna virtud fortalecidos.  

Por ti, nuestro enemigo desterrado, gocemos de paz santa duradera, y, siendo nuestro guía en la carrera, todo daño evitemos y pecado.

Por ti al eterno Padre conozcamos, y al Hijo, soberano omnipotente, y a ti, Espíritu, de ambos procedente, con viva fe y amor siempre creamos.

  ¡Amén!

Ave Maris Stella  

Salve, del mar Estrella, salve, Madre sagrada de Dios y siempre virgen, puerta del cielo santa.  

Tomando de Gabriel el «Ave», Virgen alma, mudando el nombre de Eva, paces divinas trata.  

La vista restituye, las cadenas desata, todos los males quita, todos los bienes causa.  

Muéstrate, madre, y llegue por ti nuestra esperanza a quien, por darnos vida, nació de tus entrañas.  

Entre todas piadosa, Virgen, en nuestras almas, libres de culpa, infunde virtud humilde y casta.  

Vida nos presta pura, camino firme allana, que quien a Jesús llega eterno gozo alcanza.  

Al Padre, al Hijo, al Santo Espíritu alabanzas; una a los tres le demos, y siempre eternas gracias.  

¡Amén!  

Magníficat  

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.  

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.  

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.  

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo Como era en un principio, ahora y siempre Por los siglos de los siglos.  

¡Amén!




Dulce Madre Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!

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