Consagración Total a Jesús por María: Día 10

RENUNCIAR AL MUNDO.

“Cierto hombre importante le preguntó a Jesús: Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno, nadie más. Ya sabes los mandamientos: No cometas adulterio, no mates, no robes, no levantes falsos testimonios, honra a tu padre y a tu madre… Pero él contestó: Todo esto lo he cumplido ya desde joven. Al oír esto, Jesús le dijo: Todavía te falta una cosa: ve y vende todo lo que tienes, reparte el dinero entre los pobres y tendrás un tesoro en el Cielo; después ven y sígueme. Ante tal respuesta, el hombre se puso triste, pues era muy rico. Al verlo, dijo Jesús: ¡Qué difícil es para los que tienen riquezas, entrar en el Reino de Dios! Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios. Los presentes dijeron: ¿Quién podrá salvarse entonces? Jesús respondió: Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. En ese momento Pedro dijo: Ya ves que nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido. Jesús respondió: Yo les aseguro que ninguno dejará casa, esposa, hermanos, padre, o hijos a causa del Reino de Dios sin que reciba mucho más en el tiempo presente y, en el mundo venidero, la vida eterna” (Lucas 18, 15-30)

Tomado del libro Imitación de Cristo, libro III, cap. 10

• Señor, ¿qué eres Tú para los que te aman? y ¿qué para los que te sirven de todo corazón? Cuando yo no existía, me criaste, y cuando estaba lejos de Ti, me convertiste para que te sirviese, y me mandaste que te amase.

• ¿Qué diré de Ti? ¿Cómo podré olvidarme de Ti, que te dignaste de acordarte de mí, aun después que yo me perdí y perecí? Usaste tu misericordia conmigo sobre toda esperanza, y sobre todo merecimiento me diste tu gracia y amistad.

¿Qué te devolveré yo por esta gracia? Porque no se concede a todos que, dejadas todas las cosas, renuncien al mundo y escojan una vida a tu servicio. Sino que somos pocos los que tenemos ese honor. ¿Realmente será gran cosa que yo te sirva, cuando toda criatura está obligada a servirte? No me debe parecer mucho servirte, sino más bien me parece grande y maravilloso que Tú te dignaste de recibir por siervo a mí, tan pobre e indigno y unirme con tus amados siervos.

• Tuyas son, pues, todas las cosas que tengo y con la cuales te sirvo. Pero, por el contrario, Tú me sirves más a mí que yo a Ti. El cielo y la tierra que Tú creaste para el servicio del hombre, hacen cada día todo lo que les has mandado; y esto es poco, pues aún has destinado a los ángeles para el servicio del hombre. Es más…Tú mismo te dignaste de servir al hombre, y te diste a Ti mismo.

• ¿Qué te daré yo por tantos millares de beneficios? ¡Si pudiese yo servirte todos los días de mi vida! ¡Si pudiese solamente, siquiera un solo día, hacer un servicio que a Ti te agrade mucho!

• Yo soy un pobre siervo tuyo, que estoy obligado a servirte con todas mis fuerzas, y nunca debo cansarme de alabarte.

Así lo quiero, así lo deseo; y lo que me falta, te ruego que Tú lo pongas. • Grandes Gracias tendrán los que de toda voluntad se sujeten a tu santísimo servicio. Hallarán la consolación del Espíritu Santo los que por amor tuyo desprecien todo deleite carnal. Alcanzarán gran libertad de corazón los que entran por la senda estrecha a tu Voluntad, y por Ti desechan todas las tentaciones del mundo.


Por liberación, sanación y protección

Salmo 34 (35): Súplica contra los perseguidores injustos

Ant. Levántate, Señor, y ven en mi auxilio.

Pelea, Señor, contra los que me atacan, guerrea contra los que me hacen guerra;

empuña el escudo y la adarga, levántate y ven en mi auxilio; di a mi alma: «Yo soy tu victoria.»

Y yo me alegraré con el Señor, gozando de su victoria; todo mi ser proclamará:

«Señor, ¿quién como tú, que defiendes al débil del poderoso, al pobre y humilde del explotador?»

Se presentaban testigos violentos: me acusaban de cosas que ni sabía,

me pagaban mal por bien, dejándome desamparado.

Yo, en cambio, cuando estaban enfermos, me vestía de saco,

me mortificaba con ayunos y desde dentro repetía mi oración.

Como por un amigo o por un hermano, andaba triste,

cabizbajo y sombrío, como quien llora a su madre.

Pero, cuando yo tropecé, se alegraron, se juntaron contra mí y me golpearon por sorpresa; me laceraban sin cesar, cruelmente se burlaban de mí, rechinando los dientes de odio.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén! Ant. Levántate, Señor, y ven en mi auxilio.


Oraciones propias del día

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!

¡Ven Espíritu Santo! Ven por medio de la poderosa intercesión del Doloroso e Inmaculado Corazón de María, tu Amadísima Esposa. ¡Ven Espíritu Santo! Ven por medio de la poderosa intercesión del Doloroso e Inmaculado Corazón de María, tu Amadísima Esposa. ¡Ven Espíritu Santo! Ven por medio de la poderosa intercesión del Doloroso e Inmaculado Corazón de María, tu Amadísima Esposa.

Orar y meditar: Veni, Creator Spiritus / Ave Maris Stella / Magníficat / Dulce Madre.


ORACIONES PARA LA PRIMERA PARTE

Veni, Creator Spiritus  

Ven, Creador, Espíritu amoroso,
ven y visita el alma que a ti clama y con tu soberana gracia inflama los pechos que criaste poderoso.  

Tú que abogado fiel eres llamado, del Altísimo don, perenne fuente de vida eterna, caridad ferviente, espiritual unción, fuego sagrado.  

Tú te infundes al alma en siete dones, fiel promesa del Padre soberano;
tú eres el dedo de su diestra mano,
tú nos dictas palabras y razones.  

Ilustra con tu luz nuestros sentidos,
del corazón ahuyenta la tibieza, haznos vencer la corporal flaqueza, con tu eterna virtud fortalecidos.  

Por ti, nuestro enemigo desterrado, gocemos de paz santa duradera, y, siendo nuestro guía en la carrera, todo daño evitemos y pecado.

Por ti al eterno Padre conozcamos, y al Hijo, soberano omnipotente, y a ti, Espíritu, de ambos procedente, con viva fe y amor siempre creamos.

  ¡Amén!

Ave Maris Stella  

Salve, del mar Estrella, salve, Madre sagrada de Dios y siempre virgen, puerta del cielo santa.  

Tomando de Gabriel el «Ave», Virgen alma, mudando el nombre de Eva, paces divinas trata.  

La vista restituye, las cadenas desata, todos los males quita, todos los bienes causa.  

Muéstrate, madre, y llegue por ti nuestra esperanza a quien, por darnos vida, nació de tus entrañas.  

Entre todas piadosa, Virgen, en nuestras almas, libres de culpa, infunde virtud humilde y casta.  

Vida nos presta pura, camino firme allana, que quien a Jesús llega eterno gozo alcanza.  

Al Padre, al Hijo, al Santo Espíritu alabanzas; una a los tres le demos, y siempre eternas gracias.  

¡Amén!  

Magníficat  

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.  

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.  

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.  

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo Como era en un principio, ahora y siempre Por los siglos de los siglos.  

¡Amén!




Dulce Madre Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!

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