Consagración Total a Jesús por María: Día 22

¿COMO DEBE SER NUESTRA DEVOCIÓN A MARÍA?

Tomado del libro: Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen por San Luis María Grignion de Montfort, 105- 110.

Nuestra devoción a María debe ser:

1. Interior: La verdadera devoción a Nuestra Señora es interior: es decir, debe partir del espíritu y del corazón; nuestra devoción nace del amor que tenemos a la Virgen, de la alta estima que tenemos de sus grandezas y del amor que le tenemos.

2. Tierna: Es decir, llena de confianza en la Santísima Virgen, como la de un niño para con su buena madre. Esta devoción es la que hace que un alma recurra a Ella en todas sus necesidades de cuerpo y espíritu con mucha sencillez, confianza y ternura.

3. Santa: Es decir, que conduce al alma a evitar el pecado y a imitar las virtudes de la Santísima Virgen, en particular la humildad profunda, la fe viva, la ciega obediencia, la continua oración, su universal mortificación, la pureza incomparable, la caridad ardiente, la heroica paciencia, la dulzura angelical y la divina sabiduría. Tales son las diez principales virtudes de la Santísima Virgen.

4. Constante: Le ayuda al alma a no abandonar fácilmente las prácticas de devoción y la oración; le da fuerza para oponerse al mundo, a sus costumbres y sus objetivos; a la carne (la inclinación al pecado) con sus deseos y sus pasiones y al demonio en sus tentaciones; de modo que una persona verdaderamente devota de la Santísima Virgen no cambia a cada rato de parecer, no es melancólica, escrupulosa ni cobarde.

5. Desinteresada: Es decir, inspira a un alma que no se busque a sí misma; sino sólo a Dios en su Santísima Madre. Un verdadero devoto de María no ama a esta venerable Reina por interés, para recibir favores, ni por su bien temporal ni espiritual, sino únicamente porque merece ser servida, y porque sabemos que llegaremos a Dios a través de Ella.


Por liberación, sanación y protección

Salmo 85 (86): Oración de un pobre ante las dificultades

Ant. Tú eres mi Dios, ten piedad de mí, Señor

Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado;

protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día;

alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti; porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.

Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas.

No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor;

bendecirán tu nombre: «Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios».

Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad;

mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;

daré gloria a tu nombre por siempre, por tu gran piedad para conmigo,

porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava;

dame una señal propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen,

porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.

Ant. Tú eres mi Dios, ten piedad de mí, Señor


Por liberación, sanación y protección

Salmo 30 (31): Súplica confiada y Acción de Gracias

Ant. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.

A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado;

tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio,

un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte;

Por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo.

En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás;

tú aborreces a los que veneran ídolos inertes, pero yo confío en el Señor;

tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.

Te has fijado en mi aflicción, velas por mi vida en peligro; no me has entregado en manos del enemigo, has puesto mis pies en un camino ancho.

Piedad, Señor, que estoy en peligro: se consumen de dolor mis ojos, mi garganta y mis entrañas.

Mi vida se gasta en el dolor; mis años, en los gemidos;

mi vigor decae con las penas, mis huesos se consumen.

Soy la burla de todos mis enemigos, la irrisión de mis vecinos,

el espanto de mis conocidos: me ven por la calle y escapan de mí.

Me han olvidado como a un muerto, me han desechado como a un cacharro inútil.

Oigo las burlas de la gente, y todo me da miedo; se conjuran contra mí y traman quitarme la vida.

Pero yo confío en ti, Señor, te digo: «Tú eres mi Dios.»

En tu mano está mi destino: líbrame de los enemigos que me persiguen;

haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia.

¡Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles,

y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos!

En el asilo de tu presencia los escondes de las conjuras humanas;

los ocultas en tu tabernáculo, frente a las lenguas pendencieras.

Bendito el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia

en la ciudad amurallada.

Yo decía en mi ansiedad: «Me has arrojado de tu vista»;

pero tú escuchaste mi voz suplicante cuando yo te gritaba.

Amad al Señor, fieles suyos; el Señor guarda a sus leales, y a los soberbios les paga con creces.

Sed fuertes y valientes de corazón los que esperáis en el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.


Oraciones propias del día

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!

Ven Espíritu Santo, ilumina mi corazón, para ver las cosas que son de Dios; Ven Espíritu Santo, dentro de mi mente, para conocer las cosas que son de Dios; Ven Espíritu Santo, dentro de mi alma, que yo le pertenezco solamente a Dios; Santifica todo lo que yo piense, diga y haga para que todo sea para la gloria de Dios. ¡Amén!

Orar y meditar: Letanías de Nuestra Señora / Oración a Nuestra Señora / Gloria / Dulce Madre.


LETANÍAS DE NUESTRA SEÑORA
Señor, ten piedad: Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad: Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad: Señor, ten piedad
Cristo, óyenos: Cristo, oyénos
Cristo, escúchanos: Cristo, escúchanos
Dios Padre Celestial: Ten misericordia de nosotros
Dios, Hijo, Redentor del mundo: Ten misericordia de nosotros
Dios, Espíritu Santo: Ten misericordia de nosotros
Trinidad Santa, un solo Dios: Ten misericordia de nosotros
Santa María: Ruega por nosotros
Santa Madre de Dios: Ruega por nosotros
Santa Virgen de las Virgenes: Ruega por nosotros
Madre de Cristo: Ruega por nosotros
Madre de la Iglesia: Ruega por nosotros
Madre de Misericordia: Ruega por nosotros
Madre de la divina gracia: Ruega por nosotros
Madre de esperanza: Ruega por nosotros
Madre purísima: Ruega por nosotros
Madre castísima: Ruega por nosotros
Madre siempre Virgen: Ruega por nosotros
Madre inmaculada: Ruega por nosotros
Madre amable: Ruega por nosotros
Madre admirable: Ruega por nosotros
Madre del buen consejo: Ruega por nosotros
Madre del Creador: Ruega por nosotros
Madre del Salvador: Ruega por nosotros
Madre de misericordia: Ruega por nosotros
Virgen prudentísima: Ruega por nosotros
Virgen digna de veneración: Ruega por nosotros
Virgen digna de alabanza: Ruega por nosotros
Virgen poderosa: Ruega por nosotros
Virgen clemente: Ruega por nosotros
Virgen fiel: Ruega por nosotros
Espejo de justicia: Ruega por nosotros
Trono de la sabiduría: Ruega por nosotros
Causa de nuestra alegría: Ruega por nosotros
Vaso espiritual: Ruega por nosotros
Vaso digno de honor: Ruega por nosotros
Vaso de insigne devoción: Ruega por nosotros
Rosa mística: Ruega por nosotros
Torre de David: Ruega por nosotros
Torre de marfil: Ruega por nosotros
Casa de oro: Ruega por nosotros
Arca de la Alianza: Ruega por nosotros
Puerta del Cielo: Ruega por nosotros
Estrella de la mañana: Ruega por nosotros
Salud de los enfermos: Ruega por nosotros
Refugio de los pecadores: Ruega por nosotros
Consuelo de los migrantes: Ruega por nosotros
Consoladora de los afligidos: Ruega por nosotros
Reina de los Ángeles: Ruega por nosotros
Reina de los Patriarcas: Ruega por nosotros
Reina de los Profetas: Ruega por nosotros
Reina de los Apóstoles: Ruega por nosotros
Reina de los Mártires: Ruega por nosotros
Reina de los Confesores: Ruega por nosotros
Reina de las Virgenes: Ruega por nosotros
Reina de todos los Santos: Ruega por nosotros
Reina concebida sin pecado original: Ruega por nosotros
Reina asunta a los Cielos: Ruega por nosotros
Reina del Santísimo Rosario: Ruega por nosotros
Reina de las familias: Ruega por nosotros
Reina de la paz: Ruega por nosotros
Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Escúchanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Ten misericordia de nosotros  
  Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo; y por la intercesión gloriosa de Santa María,  la Virgen, líbranos de las tristezas y de este mundo y concédenos las alegrías del Cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. ¡Amén!  

Oración a Nuestra Señora de San Luis María Grignion de Montfort.

¡Salve, María, amadísima Hija del Eterno Padre; salve María, madre admirable del Hijo; salve, María, fidelísima Esposa del Espíritu Santo; salve, María, mi amada Madre, mi amable Maestra, mi poderosa Soberana; salve, gozo mío, gloria mía, mi corazón y mi alma! Eres toda mía por misericordia, y yo soy todo tuyo por justicia, pero todavía no lo soy bastante. De nuevo, me entrego a Ti todo entero en calidad de eterno esclavo, sin reservar nada, ni para mí, ni para otros. Si algo ves en mí que todavía no sea tuyo, tómalo enseguida, te lo suplico, y hazte dueña absoluta de todos mis haberes para destruir, desarraigar y aniquilar en mí todo lo que desagrade a Dios, y plantar y levantar y producir todo lo que le guste.

La luz de tu fe disipe las tinieblas de mi espíritu; tu humildad profunda ocupe el lugar de mi orgullo; tu contemplación sublime detenga las distracciones de mi fantasía vagabunda; tu continua vista de Dios llene de su presencia mi memoria, el incendio de caridad de tu corazón abrase la tibieza y frialdad del mío; cedan el sitio a tus virtudes mis pecados; tus méritos sean delante de Dios mi adorno y suplemento. En fin, queridísima y amadísima Madre, haz, si es posible, que no tenga yo más espíritu que el tuyo para conocer a Jesucristo y entender sus divinas voluntades; que no tenga más alma que la tuya para alabar y glorificar al Señor; que no tenga más corazón que el tuyo para amar a Dios con amor puro y con amor ardiente como Tú.

No pido visiones, ni revelaciones, ni gustos, ni contentos, ni aun espirituales. Para Ti el ver claro, sin tinieblas; para Ti el gustar por entero sin amargura; para Ti el triunfar gloriosa a la diestra de tu Hijo, sin humillación; para Ti el mandar a los ángeles, hombres y demonios, con poder absoluto, sin resistencia, y el disponer en fin, sin reserva alguna de todos los bienes de Dios. Esta es, divina María, la mejor parte que se te ha concedido, y que jamás se te quitará, que es para mí grandísimo gozo. Para mí y mientras viva, no quiero otro sino el experimentar el que Tú tuviste: creer a secas, sin nada ver y gustar; sufrir con alegría, sin consuelo de las criaturas; morir a mí mismo, continuamente y sin descanso; trabajar mucho hasta la muerte por Ti, sin interés, como el más vil de los esclavos. La sola gracia que por pura misericordia te pido, es que en todos los días y en todos los momentos de mi vida diga tres amenes: amén (así sea) a todo lo que hiciste en la tierra cuando vivías; amén a todo lo que haces al presente en el cielo; amén a todo lo que obras en mi alma, para que en ella no haya nada más que Tú, para glorificar plenamente a Jesús en mí, ahora y en la eternidad. ¡Amén!

Gloria

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Dulce Madre

Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!


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