“Luego se sentaron a vigilarlo. Encima de su cabeza habían puesto un letrero con el motivo de su condena, en el que se leía: Este es Jesús, el rey de los judíos. También crucificaron con él a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Los que pasaban por allí lo insultaban; movían la cabeza y decían: ¡Vaya! ¡Tú que destruyes el Templo y lo levantas de nuevo en tres días! Si eres el Hijo de Dios, líbrate del suplicio y baja de la cruz. Los jefes de los sacerdotes, los jefes de los judíos y los maestros de la Ley también se burlaban de él. Decían: ¡Ha salvado a otros y no es capaz de salvarse a sí mismo! ¡Que baje de la cruz el Rey de Israel y creeremos en él! Ha puesto su confianza en Dios. Si Dios lo ama, que lo salve, pues él mismo dijo: Soy hijo de Dios. Hasta los ladrones que habían sido crucificados con él lo insultaban”. (Mateo 27, 36-44)
Tomado del libro: Imitación de Cristo, libro II, cap. 11
“Niégate a ti mismo, toma tu cruz, y sigue a Jesús”. Esta palabra parece dura a muchos, pero mucho más duro sería oír aquella que dice: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno”. Pues los que ahora oyen y siguen de buena voluntad la palabra de la cruz, no escucharán nunca la palabra de la eterna condenación. Entonces todos los siervos de la cruz, que se unieron en la vida con el crucificado, llegarán a Jesús el juez con gran confianza, porque unidos a Él en la cruz, que es la cama nupcial, estaremos unidos a Él en la resurrección y formaremos parte de la redención de la humanidad.
Entonces, ¿por qué temes tomar la cruz, por la cual se llega al Reino de Dios? En la cruz está la salud, está la vida, la defensa de los enemigos, la fortaleza del corazón, el gozo del espíritu, la suma virtud y la perfección de la santidad. Toma, pues, tu cruz, y sigue a Jesús, e irás a la vida eterna. Él vino primero, y llevó nuestra cruz y murió en la cruz por ti; para que tú también la lleves, y desees morir en ella. Porque si mueres juntamente con Él, vivirás también con Él. Y si eres compañero de Jesús en las penas, lo serás también en la gloria.
Por liberación, sanación y protección
Salmo 32 (33): Himno al poder y a la providencia de Dios
Ant. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros.
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; cantadle un cántico nuevo, acompañando vuestra música con aclamaciones:
que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales,
él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.
La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas, mete en un depósito el océano.
Tema al Señor la tierra entera, tiemblen ante él los habitantes del orbe:
porque él lo dijo, y existió; él lo mandó, y surgió.
El Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos; pero el plan del Señor subsiste por siempre, los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres;
desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón, y comprende todas sus acciones.
No vence el rey por su gran ejército, no escapa el soldado por su mucha fuerza, nada valen sus caballos para la victoria, ni por su gran ejército se salva.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo,
con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Ant. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros.
Oraciones propias del día
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envíanos, Señor tu Espíritu Creador y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envíanos, Señor tu Espíritu Creador y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envíanos, Señor tu Espíritu Creador y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra.
Orar y meditar: Letanías del Santo Nombre de Jesús / Oración a Jesucristo / Oh, Jesús que vives en María / Gloria / Dulce Madre.
LETANÍAS DEL SANTO NOMBRE DE JESÚS |
Señor, ten piedad de nosotros: Señor, ten piedad de nosotros Cristo, ten piedad de nosotros: Cristo, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros: Señor, ten piedad de nosotros Cristo, óyenos: Cristo, oyénos Cristo, escúchanos: Cristo, escúchanos Dios Padre Celestial: Ten piedad de nosotros Dios, Hijo, Redentor del mundo: Ten piedad de nosotros Dios, Espíritu Santo: Ten piedad de nosotros Dios, santo, uno y trino: Ten piedad de nosotros Jesús, Hijo de Dios vivo: Ten piedad de nosotros Jesús, resplandor del Padre: Ten piedad de nosotros Jesús, resplandor del Padre: Ten piedad de nosotros Jesús, candor de la luz eterna: Ten piedad de nosotros Jesús, rey de gloria: Ten piedad de nosotros Jesús, sol de justicia: Ten piedad de nosotros Jesús, Hijo de la Virgen María: Ten piedad de nosotros Jesús, amable: Ten piedad de nosotros Jesús, admirable: Ten piedad de nosotros Jesús, Dios fuerte: Ten piedad de nosotros Jesús, Padre del siglo futuro: Ten piedad de nosotros Jesús, ángel del gran consejo: Ten piedad de nosotros Jesús, poderosísimo: Ten piedad de nosotros Jesús, obendientísimo: Ten piedad de nosotros Jesús, manso y humilde de corazón: Ten piedad de nosotros Jesús, amador de la castidad: Ten piedad de nosotros Jesús, amador nuestro: Ten piedad de nosotros Jesús, Dios de paz: Ten piedad de nosotros Jesús, autor de la vida: Ten piedad de nosotros Jesús, modelo de virtudes: Ten piedad de nosotros Jesús, celador de las almas: Ten piedad de nosotros Jesús, Dios nuestro: Ten piedad de nosotros Jesús, refugio nuestro: Ten piedad de nosotros Jesús, padre de los pobres: Ten piedad de nosotros Jesús, tesoro de los fieles: Ten piedad de nosotros Jesús, buen pastor: Ten piedad de nosotros Jesús, luz verdadera: Ten piedad de nosotros Jesús, sabiduria eterna: Ten piedad de nosotros Jesús, bondad infinita: Ten piedad de nosotros Jesús, camino y vida nuestra: Ten piedad de nosotros Jesús, gozo de los ángeles: Ten piedad de nosotros Jesús, rey de los patriarcas: Ten piedad de nosotros Jesús, maestro de los apóstoles: Ten piedad de nosotros Jesús, doctor de los evangelistas: Ten piedad de nosotros Jesús, fortaleza de los mártires: Ten piedad de nosotros Jesús, luz de los confesores: Ten piedad de nosotros Jesús, pureza de las vírgenes: Ten piedad de nosotros Jesús, corona de todos los santos: Ten piedad de nosotros Sednos propicio: Perdónanos, Jesús De todo mal: Escúchanos, Jesús De todo pecado: Líbranos, Jesús De todo ira: Líbranos, Jesús De las acechanzas del demonio: Líbranos, Jesús Del espíritu de fornicación: Líbranos, Jesús De la muerte eterna: Líbranos, Jesús Del desprecio de tus inspiraciones: Líbranos, Jesús Por el misterio de tu santa encarnación: Te rogamos, óyenos Por tu nacimiento: Te rogamos, óyenos Por tu infancia: Te rogamos, óyenos Por tu vida divina: Te rogamos, óyenos Por tus trabajos: Te rogamos, óyenos Por tu pasión y gloria: Te rogamos, óyenos Por tu cruz y desamparo: Te rogamos, óyenos Por tus sufrimientos: Te rogamos, óyenos Por tu muerte y sepultura: Te rogamos, óyenos Por tu resurección: Te rogamos, óyenos Por tu ascensión: Te rogamos, óyenos Por tu institución de la Santísima Eucaristía: Te rogamos, óyenos Por tus gozos: Te rogamos, óyenos Por tu gloria: Te rogamos, óyenos Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo: Jesús, perdónanos Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo: Jesús, escúchanos Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo: Jesús, ten piedad de nosotros Jesús: Oyénos Jesús: Escúchanos Bendito sea el nombre del Señor: Ahora y siempre, por los siglos de los siglos. |
Señor Jesucristo, que dijiste: Pedid y recibireís, buscad y hallareís, llamad y se os abrirá; te suplicamos derames sobre nosotros la ternura de tu divino amor, a fin de que, amándote de todo corazón, con palabra y con obras, nunca cesemos de alabarte. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. ¡Amén! |
Oración de Montfort a Jesucristo
Déjame, Amabilísimo Jesús mío, que dirija a Ti, para atestiguarte mi reconocimiento por el obsequio que me has hecho con la devoción de la esclavitud, dándome a tu Santísima Madre para que sea Ella mi abogada delante de tu Majestad, y en mi grandísima miseria mi universal suplemento. ¡Ay, Señor! Tan miserable soy, que, sin esta buena Madre, infaliblemente me hubiera perdido. Sí, que a mí me hace falta María, delante de Ti, y en todas partes, me hace falta para calmar tu justa cólera, pues tanto te he ofendido y todos los días te ofendo, que me hace falta para detener los eternos y merecidos castigos con que tu justicia me amenaza, para pedirte, para acercarme a Ti y para darte gusto; me hace falta para salvar mi alma y la de otros; me hace falta, en una palabra, para hacer siempre tu voluntad y buscar en todo tu mayor gloria. ¡Ah, si pudiera yo publicar por todo el universo esta misericordia que me has tenido! ¡Si pudiera hacer que conociera todo el mundo que, si no fuera por María, yo estaría condenado! ¡Si yo pudiera dignamente darte las gracias por tan grande beneficio! María está en mí. ¡Qué gran tesoro! ¡Qué gran consuelo! Y, de ahora en adelante, ¿no seré acaso todo para Ella? ¡Qué ingratitud! Antes la muerte Salvador mío queridísimo, que permitas tal desgracia, que mejor quiero morir que vivir sin ser todo de María. Mil y mil veces, como San Juan Evangelista al pie de la cruz, la he tomado en vez de todas mis cosas. ¡Cuántas veces me he entregado a Ella! Pero si todavía no he hecho esta entrega a tu gusto, la hago ahora, mi Jesús querido, como Tú quieres que la haga. Y si en mi alma o en mi cuerpo ves alguna cosa que no pertenezca a esta Princesa augusta, arráncala, te lo ruego. Arrójala lejos de mí; que no siendo de María, indigna es de Ti. ¡Oh, Espíritu Santo! Concédeme todas las gracias. Planta, riega y cultiva en mi alma el árbol de la vida verdadero, que es la amabilísima María, para que crezca y florezca y dé con abundancia el fruto de vida. ¡Oh, Espíritu Santo! Dame mucha devoción y mucha afición a María; que me apoye mucho en su seno maternal, y recurra de continuo a su misericordia, para que en ella formes dentro de mí a Jesucristo, al natural, crecido y vigoroso hasta la plenitud de su edad perfecta. ¡Amén!
Oh, Jesus que vives en María
Ven, ¡Oh, Jesús!, que vives en María; ven a vivir y reinar en nosotros, que tu vida se exprese en nuestra vida para vivir tan sólo para Ti. Forja en nuestra alma, ¡Oh, Cristo!, tus virtudes, tu Espíritu divino y santidad, tus máximas perfectas y tus normas y el ardor de tu eterna caridad. Danos parte, Señor, en tus misterios para que te podamos imitar; tú que eres Luz de Luz, danos tus luces, y en pos de Ti podremos caminar. Reina, Cristo, en nosotros por tu Madre, sobre el demonio y la naturaleza, en virtud de tu nombre soberano, para la gloria del Padre celestial. ¡Amén!
Gloria
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Dulce Madre
Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!