Consagración Total a Jesús por María: Día 5

QUE BUSQUE TU GLORIA Y NO LA MÍA.

Tomado del libro: Imitación de Cristo, libro III, cap. 40:

Nada es realmente tuyo y no tienes nada por qué te alaben los demás.

El Alma dice:

• Señor, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que le visites? ¿Qué ha merecido el hombre para que le dieses tu gracia? Señor, ¿de qué me puedo quejar si me desamparas? ¿Cómo justamente podré discutir contigo, si no hicieres lo que pido? Por cierto, una cosa puedo yo pensar y decir con verdad: Nada soy, Señor, nada puedo, nada bueno tengo de mí; pues en todo me hallo vacío, y camino siempre a la nada. Y si no soy ayudado e instruido interiormente por Ti, me vuelvo enteramente tibio y disipado.

• Mas Tú, Señor, eres siempre el mismo, y permaneces eternamente siempre bueno, justo y santo, haciendo todas las cosas bien, ordenándolas con sabiduría. Pero yo, que soy más inclinado a caer que a aprovechar, no persevero siempre en un estado, y me mudo siete veces al día (me mudo siempre). Mas luego me va mejor cuando te dignas alargarme tu mano auxiliadora; porque Tú sólo, sin humano favor, me puedes socorrer y fortalecer, de manera que a Ti solo se convierta y en Ti descanse mi corazón.

• Por lo cual, si yo supiese bien desechar toda consolación humana, ya sea por alcanzar devoción o por la necesidad que tengo de buscarte, porque no hay hombre que me consuele, entonces con razón podría yo esperar en tu gracia, y alegrarme con el don de la nueva consolación.

• Gracias sean dadas a Ti, de quien viene todo siempre que me sucede algún bien. Porque delante de Ti yo soy vanidad y nada, hombre mudable y débil. ¿De dónde, pues, me puedo gloriar, o por qué deseo ser estimado? La gloria frívola nos aparta de la verdadera gloria, y nos despoja de la gracia celestial. Contentándose un hombre a sí mismo, te descontenta a Ti: cuando desea las alabanzas humanas, se pierde de las virtudes verdaderas.

• La verdadera gloria y alegría santa consiste en gloriarse en Ti y no en mí mismo. Sea alabado tu nombre, y no el mío: engrandecidas sean tus obras, y no las mías: bendito sea tu santo Nombre, y no me sea a mí atribuida parte alguna de las alabanzas de los hombres. Tú eres mi gloria; Tú la alegría de mi corazón. En Ti me gloriaré y ensalzaré todos los días: porque de mi parte no hay de qué gloriarme, sino de mis debilidades como dice san Pablo.

• Yo buscaré la gloria que viene solamente de Dios. Porque toda la gloria humana, toda honra temporal, toda alabanza del mundo, comparada con tu eterna gloria, es vanidad y vacío. ¡Oh verdad mía y misericordia mía, Dios mío, Trinidad bienaventurada: a Ti sola sea alabanza, honra, virtud y gloria para siempre jamás! ¡Amén!


Por liberación, sanación y protección

Salmo 38 (39): Súplica de un enfermo

Ant. Escucha, Señor, mi oración: abre tus oídos a mi llanto.

Yo me dije: vigilaré mi proceder, para que no se me vaya la lengua;

pondré una mordaza a mi boca mientras el impío esté presente.

Guardé silencio resignado, no hablé con ligereza;

pero mi herida empeoró, y el corazón me ardía por dentro;

pensándolo me requemaba, hasta que solté la lengua.

Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis años,

para que comprenda lo caduco que soy.

Me concediste un palmo de vida, mis días son nada ante ti;

el hombre no dura más que un soplo, el hombre pasa como pura sombra,

por un soplo se afana, atesora sin saber para quién.

Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? Tú eres mi confianza.

Líbrame de mis iniquidades, no me hagas la burla de los necios.

Enmudezco, no abro la boca, porque eres tú quien lo ha hecho.

Aparta de mí tus golpes, que el ímpetu de tu mano me acaba.

Escarmientas al hombre castigando su culpa;

como una polilla roes sus tesoros; el hombre no es más que un soplo.

Escucha, Señor, mi oración, haz caso de mis gritos,

no seas sordo a mi llanto; porque yo soy huésped tuyo, forastero como todos mis padres.

Aplaca tu ira, dame respiro, antes de que pase y no exista.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Escucha, Señor, mi oración: abre tus oídos a mi llanto.


Oraciones propias del día

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!

Espíritu de Cristo: despiértame; Espíritu de Cristo: muéveme; Espíritu de Cristo: lléname; Espíritu de Cristo: séllame. Oh, Padre Celestial, conságrame a tu Corazón y Voluntad; se en mí una fuente de virtudes; sella mi alma como la tuya para que tu reflejo en mí sea una luz que todos vean. ¡Amén!

Orar y meditar: Veni, Creator Spiritus / Ave Maris Stella / Magníficat / Dulce Madre.


ORACIONES PARA LA PRIMERA PARTE

Veni, Creator Spiritus  

Ven, Creador, Espíritu amoroso,
ven y visita el alma que a ti clama y con tu soberana gracia inflama los pechos que criaste poderoso.  

Tú que abogado fiel eres llamado, del Altísimo don, perenne fuente de vida eterna, caridad ferviente, espiritual unción, fuego sagrado.  

Tú te infundes al alma en siete dones, fiel promesa del Padre soberano;
tú eres el dedo de su diestra mano,
tú nos dictas palabras y razones.  

Ilustra con tu luz nuestros sentidos,
del corazón ahuyenta la tibieza, haznos vencer la corporal flaqueza, con tu eterna virtud fortalecidos.  

Por ti, nuestro enemigo desterrado, gocemos de paz santa duradera, y, siendo nuestro guía en la carrera, todo daño evitemos y pecado.

Por ti al eterno Padre conozcamos, y al Hijo, soberano omnipotente, y a ti, Espíritu, de ambos procedente, con viva fe y amor siempre creamos.

  ¡Amén!

Ave Maris Stella  

Salve, del mar Estrella, salve, Madre sagrada de Dios y siempre virgen, puerta del cielo santa.  

Tomando de Gabriel el «Ave», Virgen alma, mudando el nombre de Eva, paces divinas trata.  

La vista restituye, las cadenas desata, todos los males quita, todos los bienes causa.  

Muéstrate, madre, y llegue por ti nuestra esperanza a quien, por darnos vida, nació de tus entrañas.  

Entre todas piadosa, Virgen, en nuestras almas, libres de culpa, infunde virtud humilde y casta.  

Vida nos presta pura, camino firme allana, que quien a Jesús llega eterno gozo alcanza.  

Al Padre, al Hijo, al Santo Espíritu alabanzas; una a los tres le demos, y siempre eternas gracias.  

¡Amén!  

Magníficat  

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.  

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.  

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.  

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo Como era en un principio, ahora y siempre Por los siglos de los siglos.  

¡Amén!




Dulce Madre Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!

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