Consagración Total a Jesús por María: Día 8

CÓMO RESISTIR A LAS TENTACIONES 1ERA PARTE.

Tomado del libro: Imitación de Cristo, libro I, cap. 13:

Mientras estemos viviendo en el mundo, no podemos estar sin sufrimientos y tentaciones. Por lo cual está escrito en Job: “Tentación es la vida del hombre sobre la tierra”. Por eso cada uno debe tener mucho cuidado acerca de la tentación, y velar en oración (estar siempre despiertos y atentos), para que el demonio no encuentre cómo engañarle.

Ninguno hay tan santo ni tan perfecto que no tenga tentaciones. No podemos vivir sin ellas. Todos nacimos con la inclinación al pecado y las sufriremos por toda la vida.

Sin embargo, las tentaciones son muy útiles, aunque sean molestas y pesadas, porque en ellas es uno humillado, purgado y enseñado.

Todos los santos pasaron por muchos sufrimientos y tentaciones, y las aprovecharon. Pasada una tentación o sufrimiento sobreviene otra, y siempre tendremos que sufrir, porque es parte de nuestra purificación para crecer en el Amor en esta tierra.

Muchos quieren simplemente huir de las tentaciones, y hay veces que caen en ellas más gravemente. Muchas tentaciones no se pueden vencer sólo con huirlas, sino con paciencia y optimismo hay que vencerlas (y siempre con la ayuda de Dios, porque sin ella, es imposible). Con paciencia y verdadera humildad nos hacemos más fuertes que todos los enemigos.

El principio de toda tentación es la tibieza, la mediocridad y la poca confianza en Dios. Como a la nave sin timón las olas la llevan a una y otra parte, así el hombre descuidado y que no está decidido a seguir a Jesús, es tentado de diversas maneras y cae constantemente en el pecado.


Por liberación, sanación y protección

Salmo 30 (31): Súplica confiada y Acción de Gracias

Ant. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.

A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado;

tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio,

un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte;

Por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo.

En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás;

tú aborreces a los que veneran ídolos inertes, pero yo confío en el Señor;

tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.

Te has fijado en mi aflicción, velas por mi vida en peligro;

no me has entregado en manos del enemigo, has puesto mis pies en un camino ancho.

Piedad, Señor, que estoy en peligro: se consumen de dolor mis ojos, mi garganta y mis entrañas.

Mi vida se gasta en el dolor; mis años, en los gemidos;

mi vigor decae con las penas, mis huesos se consumen.

Soy la burla de todos mis enemigos, la irrisión de mis vecinos,

el espanto de mis conocidos: me ven por la calle y escapan de mí.

Me han olvidado como a un muerto, me han desechado como a un cacharro inútil.

Oigo las burlas de la gente, y todo me da miedo; se conjuran contra mí y traman quitarme la vida.

Pero yo confío en ti, Señor, te digo: «Tú eres mi Dios.»

En tu mano está mi destino: líbrame de los enemigos que me persiguen;

haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia.

¡Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles,

y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos!

En el asilo de tu presencia los escondes de las conjuras humanas;

los ocultas en tu tabernáculo, frente a las lenguas pendencieras.

Bendito el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia en la ciudad amurallada.

Yo decía en mi ansiedad: «Me has arrojado de tu vista»;

pero tú escuchaste mi voz suplicante cuando yo te gritaba.

Amad al Señor, fieles suyos; el Señor guarda a sus leales, y a los soberbios les paga con creces.

Sed fuertes y valientes de corazón los que esperáis en el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén! Ant. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme


Oraciones propias del día

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envíanos, Señor tu Espíritu Creador y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envíanos, Señor tu Espíritu Creador y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envíanos, Señor tu Espíritu Creador y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra.

Orar y meditar: Veni, Creator Spiritus / Ave Maris Stella / Magníficat / Dulce Madre.


ORACIONES PARA LA PRIMERA PARTE

Veni, Creator Spiritus  

Ven, Creador, Espíritu amoroso,
ven y visita el alma que a ti clama y con tu soberana gracia inflama los pechos que criaste poderoso.  

Tú que abogado fiel eres llamado, del Altísimo don, perenne fuente de vida eterna, caridad ferviente, espiritual unción, fuego sagrado.  

Tú te infundes al alma en siete dones, fiel promesa del Padre soberano;
tú eres el dedo de su diestra mano,
tú nos dictas palabras y razones.  

Ilustra con tu luz nuestros sentidos,
del corazón ahuyenta la tibieza, haznos vencer la corporal flaqueza, con tu eterna virtud fortalecidos.  

Por ti, nuestro enemigo desterrado, gocemos de paz santa duradera, y, siendo nuestro guía en la carrera, todo daño evitemos y pecado.

Por ti al eterno Padre conozcamos, y al Hijo, soberano omnipotente, y a ti, Espíritu, de ambos procedente, con viva fe y amor siempre creamos.

  ¡Amén!

Ave Maris Stella  

Salve, del mar Estrella, salve, Madre sagrada de Dios y siempre virgen, puerta del cielo santa.  

Tomando de Gabriel el «Ave», Virgen alma, mudando el nombre de Eva, paces divinas trata.  

La vista restituye, las cadenas desata, todos los males quita, todos los bienes causa.  

Muéstrate, madre, y llegue por ti nuestra esperanza a quien, por darnos vida, nació de tus entrañas.  

Entre todas piadosa, Virgen, en nuestras almas, libres de culpa, infunde virtud humilde y casta.  

Vida nos presta pura, camino firme allana, que quien a Jesús llega eterno gozo alcanza.  

Al Padre, al Hijo, al Santo Espíritu alabanzas; una a los tres le demos, y siempre eternas gracias.  

¡Amén!  

Magníficat  

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.  

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.  

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.  

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo Como era en un principio, ahora y siempre Por los siglos de los siglos.  

¡Amén!




Dulce Madre Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!

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