Consagración Total a Jesús por María: Día 12

VELAR SOBRE SÍ MISMO.

Tomado del libro: Imitación de Cristo, libro I, cap. 25

Acuérdate de la misión que elegiste, y toma por modelo a Jesús Crucificado. Bien puedes avergonzarte mirando la vida de Jesucristo; porque, aunque hace muchos años que estás en el camino de Dios, aún no te atreves a conformarte más con Él. El que se ejercita intensa y devotamente en la santísima vida y pasión del Señor (por ejemplo, mediante el rezo del Rosario), encuentra allí todo lo útil y necesario para sí mismo; y no habrá necesidad que busque fuera de Dios su felicidad. El santo acepta todo lo que le mandan, y lo lleva muy bien. El tibio tiene un sufrimiento tras otro, y de todas partes padece angustia, porque carece de consolación interior, y sus angustias no le dejan buscar la consolación exterior. El que vive fuera de la obediencia, está cerca de caer gravemente. El que busca vivir en la vida fácil, siempre estará en angustias, porque siempre estará descontento por todo.

Fíjate en la vida de los santos: Salen pocas veces, viven contemplando a Dios, comen con moderación, no visten ropa ostentosa, trabajan mucho, hablan poco, velan largo tiempo, madrugan muy temprano, tienen continuas horas de oración, leen a menudo, y guardan en todo mucha disciplina. Hay personas a quienes el Señor da la Gracia, y se levantan cada noche a orar.

¡Si nunca hubiésemos de hacer otra cosa sino alabar al Señor nuestro Dios con todo el corazón y con la boca! ¡Si nunca tuvieses necesidad de comer, beber y dormir, sino que siempre pudieses alabar a Dios, y solamente ocuparte en cosas espirituales! Entonces serías mucho más dichoso que ahora, cuando sirves a tus deseos y pasiones. Cuando el hombre llega al punto de no buscar su consuelo en ninguna criatura, entonces comienza a anhelar a Dios y está contento con todo lo que le sucede, porque sabe que todo le viene de Dios para su santidad. Se pone fielmente en manos de Dios, su todo.

Acuérdate siempre del fin, y que el tiempo perdido jamás vuelve. Nunca alcanzarás las virtudes sin cuidado y esfuerzo. Si comienzas a ser tibio, comenzará a irte mal. Pero si eres una persona disciplinada, de oración diaria, por más problemas que tengas, hallarás gran paz, y sentirás tus sufrimientos muy llevaderos por la gracia de Dios y por el amor de la virtud. El hombre fervoroso y diligente, está dispuesto a todo por Dios y lo acepta todo. El que no evita los defectos pequeños, poco a poco cae en los grandes. Al final del día, te alegrarás siempre, si gastas bien tu día. No te descuides.


Por liberación, sanación y protección

Salmo 38 (39): Súplica de un enfermo

Ant. Escucha, Señor, mi oración: abre tus oídos a mi llanto.

Yo me dije: vigilaré mi proceder, para que no se me vaya la lengua;

pondré una mordaza a mi boca mientras el impío esté presente.

Guardé silencio resignado, no hablé con ligereza;

pero mi herida empeoró, y el corazón me ardía por dentro;

pensándolo me requemaba, hasta que solté la lengua.

Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis años,

para que comprenda lo caduco que soy.

Me concediste un palmo de vida, mis días son nada ante ti;

el hombre no dura más que un soplo, el hombre pasa como pura sombra,

por un soplo se afana, atesora sin saber para quién.

Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? Tú eres mi confianza.

Líbrame de mis iniquidades, no me hagas la burla de los necios.

Enmudezco, no abro la boca, porque eres tú quien lo ha hecho.

Aparta de mí tus golpes, que el ímpetu de tu mano me acaba.

Escarmientas al hombre castigando su culpa;

como una polilla roes sus tesoros; el hombre no es más que un soplo.

Escucha, Señor, mi oración, haz caso de mis gritos, no seas sordo a mi llanto; porque yo soy huésped tuyo, forastero como todos mis padres.

Aplaca tu ira, dame respiro, antes de que pase y no exista.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén! Ant. Escucha, Señor, mi oración: abre tus oídos a mi llanto.


Oraciones propias del día

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén! Espíritu de Cristo: despiértame; Espíritu de Cristo: muéveme; Espíritu de Cristo: lléname; Espíritu de Cristo: séllame. Oh, Padre Celestial, conságrame a tu Corazón y Voluntad; se en mí una fuente de virtudes; sella mi alma como la tuya para que tu reflejo en mí sea una luz que todos vean. ¡Amén!

Orar y meditar: Veni, Creator Spiritus / Ave Maris Stella / Magníficat / Dulce Madre.


ORACIONES PARA LA PRIMERA PARTE

Veni, Creator Spiritus  

Ven, Creador, Espíritu amoroso,
ven y visita el alma que a ti clama y con tu soberana gracia inflama los pechos que criaste poderoso.  

Tú que abogado fiel eres llamado, del Altísimo don, perenne fuente de vida eterna, caridad ferviente, espiritual unción, fuego sagrado.  

Tú te infundes al alma en siete dones, fiel promesa del Padre soberano;
tú eres el dedo de su diestra mano,
tú nos dictas palabras y razones.  

Ilustra con tu luz nuestros sentidos,
del corazón ahuyenta la tibieza, haznos vencer la corporal flaqueza, con tu eterna virtud fortalecidos.  

Por ti, nuestro enemigo desterrado, gocemos de paz santa duradera, y, siendo nuestro guía en la carrera, todo daño evitemos y pecado.

Por ti al eterno Padre conozcamos, y al Hijo, soberano omnipotente, y a ti, Espíritu, de ambos procedente, con viva fe y amor siempre creamos.

  ¡Amén!

Ave Maris Stella  

Salve, del mar Estrella, salve, Madre sagrada de Dios y siempre virgen, puerta del cielo santa.  

Tomando de Gabriel el «Ave», Virgen alma, mudando el nombre de Eva, paces divinas trata.  

La vista restituye, las cadenas desata, todos los males quita, todos los bienes causa.  

Muéstrate, madre, y llegue por ti nuestra esperanza a quien, por darnos vida, nació de tus entrañas.  

Entre todas piadosa, Virgen, en nuestras almas, libres de culpa, infunde virtud humilde y casta.  

Vida nos presta pura, camino firme allana, que quien a Jesús llega eterno gozo alcanza.  

Al Padre, al Hijo, al Santo Espíritu alabanzas; una a los tres le demos, y siempre eternas gracias.  

¡Amén!  

Magníficat  

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.  

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.  

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.  

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo Como era en un principio, ahora y siempre Por los siglos de los siglos.  

¡Amén!




Dulce Madre Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!

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