Tomado del libro: Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen por San Luis María Grignion de Montfort. 81 y 82.
Para vaciarnos de nosotros mismos es necesario morir a nosotros mismos todos los días; es decir, necesitamos renunciar a lo que queremos, pensamos o creemos que es mejor. Es ver como si no se viese, oír como si no se oyese, servirse de las cosas de este mundo como si no se sirviese uno mismo de ellas, lo cual llama San Pablo morir todos los días (1 Cor. 15,31). Es no apegarse a nada de esta tierra.
Si al caer el grano de trigo en la tierra no muere, permanece solo y no produce fruto bueno (cfr. Jn. 12, 24). Si no morimos a nosotros mismos y si nuestras devociones más santas no nos conducen a esta muerte fecunda, no produciremos fruto alguno, y estas devociones serán inútiles; todos nuestros actos de justicia estarán manchados por el amor propio y la propia voluntad, lo que hará que Dios no pueda aceptar lo que para nosotros son los mayores sacrificios y las mejores acciones, y a nuestra muerte nos hallaremos con las manos vacías de virtudes y de méritos. Es preciso escoger entre todas las devociones a la Santísima Virgen, la que más nos lleve a esta muerte propia, y esa será la mejor y más santificante, porque no todas las devociones a María son santas y buenas. Recuerda: ni es oro todo lo que reluce, ni miel todo lo dulce, ni lo más practicado por la mayoría es lo más perfecto. Si esta consagración te cuesta trabajo, y tienes que morir a ti mismo, entonces es una consagración que te está llevando a la santidad.
Por liberación, sanación y protección
Salmo 32 (33): Himno al poder y a la providencia de Dios
Ant. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros.
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; cantadle un cántico nuevo, acompañando vuestra música con aclamaciones:
que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales,
él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.
La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas, mete en un depósito el océano.
Tema al Señor la tierra entera, tiemblen ante él los habitantes del orbe:
porque él lo dijo, y existió; él lo mandó, y surgió.
El Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos; pero el plan del Señor subsiste por siempre, los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres;
desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón, y comprende todas sus acciones.
No vence el rey por su gran ejército, no escapa el soldado por su mucha fuerza, nada valen sus caballos para la victoria, ni por su gran ejército se salva.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo,
con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Ant. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros.
Oraciones propias del día
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén! Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envíanos, Señor tu Espíritu Creador y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envíanos, Señor tu Espíritu Creador y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envíanos, Señor tu Espíritu Creador y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra.
Orar y meditar: Letanías del Espíritu Santo / Oh, Señora mía / Bendita sea tu pureza / Gloria / Dulce Madre.
LETANÍAS DEL ESPÍRITU SANTO |
Señor, ten piedad: Señor, ten piedad Cristo, ten piedad: Cristo, ten piedad Señor, ten piedad: Señor, ten piedad Cristo, óyenos: Cristo, óyenos Cristo, escúchanos: Cristo, escúchanos Dios Padre Celestial: Ten misericordia de nosotros Dios, Hijo, Redentor del mundo: Ten misericordia de nosotros Dios, Espíritu Santo: Ten misericordia de nosotros Trinidad Santa, un solo Dios: Ten misericordia de nosotros Espíritu que procede del Padre y del Hijo: Ilumínanos y santifícanos Espíritu del Señor que al comienzo de la creación planeando sobre las aguas las fecundaste: Ilumínanos y santifícanos Espíritu por inspiración del cual han hablado los profetas: Ilumínanos y santifícanos Espíritu cuya unción nos enseña todas las cosas: Ilumínanos y santifícanos Espíritu que das testimonio de Cristo: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de verdad que nos instruyes sobre todas las cosas: Ilumínanos y santifícanos Espíritu que sobreviene a María: Ilumínanos y santifícanos Espíritu del Señor que llena todo el orbe: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de Dios que habita en nosotros: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de sabiduría y de entendimiento: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de consejo y de fortaleza: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de ciencia y de piedad: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de temor del Señor: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de gracia y de misericordia: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de fuerza, de dilección (amor reflexivo) y de sobriedad: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de fe, de esperanza, de amor y de paz: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de humildad y de castidad: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de benignidad y de mansedumbre: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de multiforme gracia: Ilumínanos y santifícanos Espíritu que escrutas los secretos de Dios: Ilumínanos y santifícanos Espíritu que ruegas por nosotros con gemidos inenarrables: Ilumínanos y santifícanos Espíritu que descendiste sobre Cristo en forma de paloma: Ilumínanos y santifícanos Espíritu en el cual renacemos: Ilumínanos y santifícanos Espíritu por el cual se difunde la caridad en nuestros corazones: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de adopción de los hijos de Dios: Ilumínanos y santifícanos Espíritu que en lenguas de fuego sobre los apóstoles apareciste: Ilumínanos y santifícanos Espíritu con el cual fueron los apóstoles henchidos: Ilumínanos y santifícanos Espíritu que distribuyes tus dones a cada uno como quieres: Ilumínanos y santifícanos Sednos propicio: Perdónanos. Señor Sednos propicio: Escúchanos, Señor De todo mal: Líbranos, Señor De todo pecado: Líbranos, Señor De tentaciones e insidias del demonio: Líbranos, Señor De la presunción y desesperación: Líbranos, Señor De la resistencia a la verdad conocida: Líbranos, Señor De la obstinación y de la impenitencia: Líbranos, Señor De la impureza de la mente y del cuerpo: Líbranos, Señor Del espíritu de fornicación: Líbranos, Señor De todo espíritu del mal: Líbranos, Señor Por Tu eterna procesión del Padre y del Hijo: Te rogamos óyenos Por Tu descenso sobre Cristo en el Jordán: Te rogamos óyenos Por Tu advenimiento sobre los discípulos: Te rogamos óyenos En el día del juicio, nosotros pecadores: Te rogamos óyenos Para que, así como vivimos del Espíritu, obremos también por Él: Te rogamos óyenos Para que recordando que somos templo del Espíritu Santo, no lo profanemos: Te rogamos óyenos Para que, viviendo según el Espíritu, no cumplamos los deseos de la carne: Te rogamos óyenos A fin de que por el Espíritu mortifiquemos las obras de la carne: Te rogamos óyenos Para que no te contristemos a Ti, Espíritu Santo de Dios: Te rogamos óyenos Para que seamos solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz: Te rogamos óyenos Para que no creamos a todo espíritu: Te rogamos óyenos Para que probemos a los espíritus si son de Dios: Te rogamos óyenos Para que te dignes renovar en nosotros el espíritu de rectitud: Te rogamos óyenos Para que nos confirmes por tu Espíritu Soberano: Te rogamos óyenos Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Perdónanos, Señor Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Escúchanos, Señor Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Ten piedad de nosotros Asístenos, te pedimos Señor, con la virtud del Espíritu Santo, para que purifique clemente nuestros corazones y nos preserve de todo mal. Te lo pedimos, Padre, por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. ¡Amen! |
Oh, Señora mía
Oh, Señora mía, oh, Madre mía, yo me entrego enteramente a ti. Y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día y para siempre: mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón… En una palabra: ¡todo mi ser! Y ya que soy todo tuyo, oh, Madre de bondad, guárdame y protégeme como cosa y posesión tuya. ¡Amén!
Bendita sea tu pureza
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A Ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.
Gloria Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Dulce Madre
Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!