Consagración Total a Jesús por María: Día 17

LAS PENAS DEL PURGATORIO.

“Jesús dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un administrador, y le vinieron a decir que estaba malgastando sus bienes. Lo mandó llamar y le dijo: ¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no continuarás en ese cargo. El administrador se dijo: ¿Qué voy a hacer ahora que mi patrón me despide de mi empleo? Para trabajar la tierra no tengo fuerzas, y pedir limosna me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me quiten el cargo, tenga gente que me reciba en su casa.

Llamó uno por uno a los que tenían deudas con su patrón, y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi patrón? Le contestó: Cien barriles de aceite. Le dijo el administrador: Toma tu recibo, siéntate y escribe en seguida cincuenta. Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto le debes? Contestó: Cuatrocientos quintales de trigo. Entonces le dijo: Toma tu recibo y escribe trescientos. El patrón admiró la manera tan inteligente de actuar de ese administrador que lo estafaba. Pues es cierto que los ciudadanos de este mundo sacan más provecho de sus relaciones sociales que los hijos de la luz”. (Lucas 16, 1-8)

Tomado del libro: Imitación de Cristo, libro I, cap. 24

Mira que todas las cosas tienen un fin y tú algún día, estarás delante de aquel juez justísimo, para Él no hay cosa encubierta, y aunque es infinitamente misericordioso, no deja de ser infinitamente justo. El Amor no admite excusas, y Dios te juzgará misericordiosamente y justísimamente. ¿Qué responderás a Dios, que sabe todas tus maldades, tú que temes a veces el rostro de un hombre airado? ¿Por qué no te previenes para el día del juicio cuando no habrá quién te defienda ni ruegue por ti, sino que cada uno tendrá que defenderse a sí mismo?


Por liberación, sanación y protección

Salmo 34 (35): Súplica contra los perseguidores injustos

Ant. Levántate, Señor, y ven en mi auxilio.

Pelea, Señor, contra los que me atacan, guerrea contra los que me hacen guerra; empuña el escudo y la adarga, levántate y ven en mi auxilio; di a mi alma: «Yo soy tu victoria.»

Y yo me alegraré con el Señor, gozando de su victoria; todo mi ser proclamará: «Señor, ¿quién como tú, que defiendes al débil del poderoso, al pobre y humilde del explotador?»

Se presentaban testigos violentos: me acusaban de cosas que ni sabía,

me pagaban mal por bien, dejándome desamparado.

Yo, en cambio, cuando estaban enfermos, me vestía de saco,

me mortificaba con ayunos y desde dentro repetía mi oración.

Como por un amigo o por un hermano, andaba triste,

cabizbajo y sombrío, como quien llora a su madre.

Pero, cuando yo tropecé, se alegraron, se juntaron contra mí y me golpearon por sorpresa; me laceraban sin cesar, cruelmente se burlaban de mí, rechinando los dientes de odio.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Levántate, Señor, y ven en mi auxilio.


Oraciones propias del día

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!

¡Ven Espíritu Santo! Ven por medio de la poderosa intercesión del Doloroso e Inmaculado Corazón de María, tu Amadísima Esposa. ¡Ven Espíritu Santo! Ven por medio de la poderosa intercesión del Doloroso e Inmaculado Corazón de María, tu Amadísima Esposa. ¡Ven Espíritu Santo! Ven por medio de la poderosa intercesión del Doloroso e Inmaculado Corazón de María, tu Amadísima Esposa.

Orar y meditar: Letanías del Espíritu Santo / Oh, Señora mía / Bendita sea tu pureza / Gloria / Dulce Madre.


LETANÍAS DEL ESPÍRITU SANTO
Señor, ten piedad: Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad:
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad:
Señor, ten piedad
Cristo, óyenos:
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos:
Cristo, escúchanos
Dios Padre Celestial:
Ten misericordia de nosotros
Dios, Hijo, Redentor del mundo:
Ten misericordia de nosotros
Dios, Espíritu Santo:
Ten misericordia de nosotros
Trinidad Santa, un solo Dios:
Ten misericordia de nosotros
Espíritu que procede del Padre y del Hijo:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu del Señor que al comienzo de la creación planeando sobre las aguas las fecundaste:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu por inspiración del cual han hablado los profetas:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu cuya unción nos enseña todas las cosas:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu que das testimonio de Cristo:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de verdad que nos instruyes sobre todas las cosas:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu que sobreviene a María:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu del Señor que llena todo el orbe:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de Dios que habita en nosotros:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de sabiduría y de entendimiento:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de consejo y de fortaleza:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de ciencia y de piedad:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de temor del Señor:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de gracia y de misericordia:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de fuerza, de dilección (amor reflexivo) y de sobriedad:  
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de fe, de esperanza, de amor y de paz:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de humildad y de castidad:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de benignidad y de mansedumbre:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de multiforme gracia:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu que escrutas los secretos de Dios:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu que ruegas por nosotros con gemidos inenarrables:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu que descendiste sobre Cristo en forma de paloma:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu en el cual renacemos:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu por el cual se difunde la caridad en nuestros corazones:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de adopción de los hijos de Dios:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu que en lenguas de fuego sobre los apóstoles apareciste:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu con el cual fueron los apóstoles henchidos:
Ilumínanos y santifícanos
Espíritu que distribuyes tus dones a cada uno como quieres:
Ilumínanos y santifícanos
Sednos propicio:
Perdónanos. Señor
Sednos propicio:
Escúchanos, Señor
De todo mal:
Líbranos, Señor
De todo pecado:
Líbranos, Señor
De tentaciones e insidias del demonio:
Líbranos, Señor
De la presunción y desesperación:
Líbranos, Señor
De la resistencia a la verdad conocida:
Líbranos, Señor
De la obstinación y de la impenitencia:
Líbranos, Señor
De la impureza de la mente y del cuerpo:
Líbranos, Señor
Del espíritu de fornicación:
Líbranos, Señor
De todo espíritu del mal:
Líbranos, Señor
Por Tu eterna procesión del Padre y del Hijo:
Te rogamos óyenos
Por Tu descenso sobre Cristo en el Jordán:
Te rogamos óyenos
Por Tu advenimiento sobre los discípulos:
Te rogamos óyenos
En el día del juicio, nosotros pecadores:
Te rogamos óyenos    
Para que, así como vivimos del Espíritu, obremos también por Él:
Te rogamos óyenos
Para que recordando que somos templo del Espíritu Santo, no lo profanemos:
Te rogamos óyenos
Para que, viviendo según el Espíritu, no cumplamos los deseos de la carne:
Te rogamos óyenos
A fin de que por el Espíritu mortifiquemos las obras de la carne:
Te rogamos óyenos
Para que no te contristemos a Ti, Espíritu Santo de Dios:
Te rogamos óyenos
Para que seamos solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz:
Te rogamos óyenos
Para que no creamos a todo espíritu:
Te rogamos óyenos
Para que probemos a los espíritus si son de Dios:
Te rogamos óyenos
Para que te dignes renovar en nosotros el espíritu de rectitud:
Te rogamos óyenos
Para que nos confirmes por tu Espíritu Soberano:
Te rogamos óyenos
Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo:
Perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo:
Escúchanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo:
Ten piedad de nosotros

Asístenos, te pedimos Señor, con la virtud del Espíritu Santo, para que purifique clemente nuestros corazones y nos preserve de todo mal.
Te lo pedimos, Padre, por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. ¡Amen!  

Oh, Señora mía

Oh, Señora mía, oh, Madre mía, yo me entrego enteramente a ti. Y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día y para siempre: mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón… En una palabra: ¡todo mi ser! Y ya que soy todo tuyo, oh, Madre de bondad, guárdame y protégeme como cosa y posesión tuya. ¡Amén!

Bendita sea tu pureza

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A Ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.

Gloria Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Dulce Madre

Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *