Consagración Total a Jesús por María: Día 28

Tomado del libro: Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen por San Luis María Grignion de Montfort, 61-62.

Jesucristo nuestro Señor, verdadero Dios y verdadero hombre, debe ser el fin de nuestras devociones; si no fuera así, mis devociones serían falsas y engañosas. Jesucristo es el alfa y el omega, el comienzo y fin de todas las cosas. El comienzo y fin de mi vida, de mi trabajo, de mis sueños, de mis ilusiones, de mi misión, de mi felicidad.

Recuerda que nosotros trabajamos para dar a conocer a Jesucristo a todo hombre, especialmente a Jesús Eucaristía, porque sólo en Él reside toda plenitud de la divinidad y todas las demás plenitudes de gracia, de virtudes y de perfecciones; porque sólo en Él estamos bendecidos con toda bendición espiritual; porque Él es el único maestro que debe enseñarnos, es nuestro único Señor de quien debemos depender, nuestro único jefe a quien debemos pertenecer, nuestro único modelo a que debemos conformarnos, nuestro único médico que nos debe sanar, nuestro único pastor que debe alimentarnos, nuestro único camino por donde debemos andar, nuestra única verdad que debemos creer, nuestra única vida que debe vivificarnos, y nuestro único todo en todas las cosas que debe bastarnos.

No se ha pronunciado bajo el cielo otro nombre que el de Jesús por el cual debamos ser salvos. Dios no ha puesto otro fundamento de nuestra salvación, de nuestra perfección y de nuestra gloria, más que a Jesucristo; todo edificio que no está construido sobre esta piedra firme está levantado sobre arena movediza, y tarde o temprano caerá seguramente. Con Jesucristo y en Jesucristo lo podemos todo: podemos dar toda honra y gloria al Padre en unidad del Espíritu Santo, hacernos perfectos y ser para el prójimo buen olor de vida eterna. Si nos entregamos a la hermosa devoción hacia la Virgen Santísima, es sólo para establecer más perfectamente el amor de Jesucristo, y de hallar un medio fácil y seguro de hallar a Jesús.


Por liberación, sanación y protección

Salmo 85 (86): Oración de un pobre ante las dificultades

Ant. Tú eres mi Dios, ten piedad de mí, Señor

Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado;

protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día;

alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti;

porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.

Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas.

No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia,

Señor; bendecirán tu nombre:

«Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios».

Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad;

mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;

daré gloria a tu nombre por siempre, por tu gran piedad para conmigo,

porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame,

ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava;

dame una señal propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen,

porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.

Ant. Tú eres mi Dios, ten piedad de mí, Señor


Oraciones propias del día

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!

Espíritu de Cristo: despiértame; Espíritu de Cristo: muéveme; Espíritu de Cristo: lléname; Espíritu de Cristo: séllame. Oh, Padre Celestial, conságrame a tu Corazón y Voluntad; se en mí una fuente de virtudes; sella mi alma como la tuya para que tu reflejo en mí sea una luz que todos vean. ¡Amén!

Orar y meditar: Letanías del Santo Nombre de Jesús / Oración a Jesucristo / Oh, Jesús que vives en María / Gloria / Dulce Madre.


LETANÍAS DEL SANTO NOMBRE DE JESÚS
Señor, ten piedad de nosotros: Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros: Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros: Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, óyenos: Cristo, oyénos
Cristo, escúchanos: Cristo, escúchanos
Dios Padre Celestial: Ten piedad de nosotros
Dios, Hijo, Redentor del mundo: Ten piedad de nosotros
Dios, Espíritu Santo: Ten piedad de nosotros
Dios, santo, uno y trino: Ten piedad de nosotros
Jesús, Hijo de Dios vivo: Ten piedad de nosotros
Jesús, resplandor del Padre: Ten piedad de nosotros
Jesús, resplandor del Padre: Ten piedad de nosotros
Jesús, candor de la luz eterna: Ten piedad de nosotros
Jesús, rey de gloria: Ten piedad de nosotros
Jesús, sol de justicia: Ten piedad de nosotros
Jesús, Hijo de la Virgen María: Ten piedad de nosotros
Jesús, amable: Ten piedad de nosotros
Jesús, admirable: Ten piedad de nosotros
Jesús, Dios fuerte: Ten piedad de nosotros
Jesús, Padre del siglo futuro: Ten piedad de nosotros
Jesús, ángel del gran consejo: Ten piedad de nosotros
Jesús, poderosísimo: Ten piedad de nosotros
Jesús, obendientísimo: Ten piedad de nosotros
Jesús, manso y humilde de corazón: Ten piedad de nosotros
Jesús, amador de la castidad: Ten piedad de nosotros
Jesús, amador nuestro: Ten piedad de nosotros
Jesús, Dios de paz: Ten piedad de nosotros
Jesús, autor de la vida: Ten piedad de nosotros
Jesús, modelo de virtudes: Ten piedad de nosotros
Jesús, celador de las almas: Ten piedad de nosotros
Jesús, Dios nuestro: Ten piedad de nosotros
Jesús, refugio nuestro: Ten piedad de nosotros
Jesús, padre de los pobres: Ten piedad de nosotros
Jesús, tesoro de los fieles: Ten piedad de nosotros
Jesús, buen pastor: Ten piedad de nosotros
Jesús, luz verdadera: Ten piedad de nosotros
Jesús, sabiduria eterna: Ten piedad de nosotros
Jesús, bondad infinita: Ten piedad de nosotros
Jesús, camino y vida nuestra: Ten piedad de nosotros
Jesús, gozo de los ángeles: Ten piedad de nosotros
Jesús, rey de los patriarcas: Ten piedad de nosotros
Jesús, maestro de los apóstoles: Ten piedad de nosotros
Jesús, doctor de los evangelistas: Ten piedad de nosotros
Jesús, fortaleza de los mártires: Ten piedad de nosotros
Jesús, luz de los confesores: Ten piedad de nosotros
Jesús, pureza de las vírgenes: Ten piedad de nosotros
Jesús, corona de todos los santos: Ten piedad de nosotros
Sednos propicio: Perdónanos, Jesús
De todo mal: Escúchanos, Jesús
De todo pecado: Líbranos, Jesús
De todo ira: Líbranos, Jesús
De las acechanzas del demonio: Líbranos, Jesús
Del espíritu de fornicación: Líbranos, Jesús
De la muerte eterna: Líbranos, Jesús
Del desprecio de tus inspiraciones: Líbranos, Jesús
Por el misterio de tu santa encarnación: Te rogamos, óyenos
Por tu nacimiento: Te rogamos, óyenos
Por tu infancia: Te rogamos, óyenos
Por tu vida divina: Te rogamos, óyenos
Por tus trabajos: Te rogamos, óyenos
Por tu pasión y gloria: Te rogamos, óyenos
Por tu cruz y desamparo: Te rogamos, óyenos
Por tus sufrimientos: Te rogamos, óyenos
Por tu muerte y sepultura: Te rogamos, óyenos
Por tu resurección: Te rogamos, óyenos
Por tu ascensión: Te rogamos, óyenos    
Por tu institución de la Santísima Eucaristía: Te rogamos, óyenos
Por tus gozos: Te rogamos, óyenos
Por tu gloria: Te rogamos, óyenos
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo: Jesús, perdónanos
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo: Jesús, escúchanos
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo: Jesús, ten piedad de nosotros
Jesús: Oyénos
Jesús: Escúchanos
Bendito sea el nombre del Señor: Ahora y siempre, por los siglos de los siglos.  
  Señor Jesucristo, que dijiste: Pedid y recibireís, buscad y hallareís, llamad y se os abrirá; te suplicamos derames sobre nosotros la ternura de tu divino amor, a fin de que, amándote de todo corazón, con palabra y con obras, nunca cesemos de alabarte. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. ¡Amén!  

Oración de Montfort a Jesucristo

Déjame, Amabilísimo Jesús mío, que dirija a Ti, para atestiguarte mi reconocimiento por el obsequio que me has hecho con la devoción de la esclavitud, dándome a tu Santísima Madre para que sea Ella mi abogada delante de tu Majestad, y en mi grandísima miseria mi universal suplemento. ¡Ay, Señor! Tan miserable soy, que, sin esta buena Madre, infaliblemente me hubiera perdido. Sí, que a mí me hace falta María, delante de Ti, y en todas partes, me hace falta para calmar tu justa cólera, pues tanto te he ofendido y todos los días te ofendo, que me hace falta para detener los eternos y merecidos castigos con que tu justicia me amenaza, para pedirte, para acercarme a Ti y para darte gusto; me hace falta para salvar mi alma y la de otros; me hace falta, en una palabra, para hacer siempre tu voluntad y buscar en todo tu mayor gloria. ¡Ah, si pudiera yo publicar por todo el universo esta misericordia que me has tenido! ¡Si pudiera hacer que conociera todo el mundo que, si no fuera por María, yo estaría condenado! ¡Si yo pudiera dignamente darte las gracias por tan grande beneficio! María está en mí. ¡Qué gran tesoro! ¡Qué gran consuelo! Y, de ahora en adelante, ¿no seré acaso todo para Ella? ¡Qué ingratitud! Antes la muerte Salvador mío queridísimo, que permitas tal desgracia, que mejor quiero morir que vivir sin ser todo de María. Mil y mil veces, como San Juan Evangelista al pie de la cruz, la he tomado en vez de todas mis cosas. ¡Cuántas veces me he entregado a Ella! Pero si todavía no he hecho esta entrega a tu gusto, la hago ahora, mi Jesús querido, como Tú quieres que la haga. Y si en mi alma o en mi cuerpo ves alguna cosa que no pertenezca a esta Princesa augusta, arráncala, te lo ruego. Arrójala lejos de mí; que no siendo de María, indigna es de Ti. ¡Oh, Espíritu Santo! Concédeme todas las gracias. Planta, riega y cultiva en mi alma el árbol de la vida verdadero, que es la amabilísima María, para que crezca y florezca y dé con abundancia el fruto de vida. ¡Oh, Espíritu Santo! Dame mucha devoción y mucha afición a María; que me apoye mucho en su seno maternal, y recurra de continuo a su misericordia, para que en ella formes dentro de mí a Jesucristo, al natural, crecido y vigoroso hasta la plenitud de su edad perfecta. ¡Amén!


Oh, Jesus que vives en María

Ven, ¡Oh, Jesús!, que vives en María; ven a vivir y reinar en nosotros, que tu vida se exprese en nuestra vida para vivir tan sólo para Ti. Forja en nuestra alma, ¡Oh, Cristo!, tus virtudes, tu Espíritu divino y santidad, tus máximas perfectas y tus normas y el ardor de tu eterna caridad. Danos parte, Señor, en tus misterios para que te podamos imitar; tú que eres Luz de Luz, danos tus luces, y en pos de Ti podremos caminar. Reina, Cristo, en nosotros por tu Madre, sobre el demonio y la naturaleza, en virtud de tu nombre soberano, para la gloria del Padre celestial. ¡Amén!

Gloria

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Dulce Madre

Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!


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