Consagración Total a Jesús por María: Día 14

LA OBEDIENCIA.

Tomado del libro: Imitación de Cristo libro III, cap. 13

Hijo, al que le gusta apartarse de la obediencia, él mismo se aparta también de la gracia; y el que se enamora de sus cosas propias, pierde las comunes. El que no obedece de buena gana a su superior, es señal que su pecado aún lo domina. Aprende, pues, a sujetarte prontamente a tu superior si deseas estar en el camino a la santidad. Porque mientras más rápido vences al enemigo exterior, tú serás más fuerte en el interior. No hay enemigo peor ni más dañino para el alma que tú mismo, si no estás íntimamente unido con el Espíritu Santo.

Es necesario que tengas verdadero desprecio de ti mismo si quieres vencer tu inclinación al pecado. Porque aún te amas muy desordenadamente, por eso temes ser obediente del todo a la voluntad de otros. Te dice Jesús: ¿qué tan difícil es que tú, polvo y nada, te sujetes al hombre por Dios, cuando Yo, el Omnipotente y Altísimo, que crié todas las cosas de la nada, me sujeté al hombre humildemente por ti? Me hice el más humilde y abatido de todos, para que vencieses tu soberbia con mi humildad. Aprende, polvo, a obedecer; aprende, tierra y lodo, a humillarte y postrarte a los pies de todos. Aprende a quebrantar tus inclinaciones, y rendirte a toda sujeción.


Por liberación, sanación y protección

Salmo 85 (86): Oración de un pobre ante las dificultades

Ant. Tú eres mi Dios, ten piedad de mí, Señor

Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado;

protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día;

alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti;

porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.

Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas.

No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia,

Señor; bendecirán tu nombre:

«Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios».

Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad;

mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;

daré gloria a tu nombre por siempre, por tu gran piedad para conmigo,

porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava;

dame una señal propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen,

porque tú, Señor, me ayudas y consuelas. Ant. Tú eres mi Dios, ten piedad de mí, Señor


Oraciones propias del día

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén! Espíritu de Cristo: despiértame; Espíritu de Cristo: muéveme; Espíritu de Cristo: lléname; Espíritu de Cristo: séllame. Oh, Padre Celestial, conságrame a tu Corazón y Voluntad; se en mí una fuente de virtudes, sella mi alma como la tuya para que tu reflejo en mí sea una luz que todos vean. ¡Amén!

Orar y meditar: Letanías del Espíritu Santo / Oh, Señora mía / Bendita sea tu pureza / Gloria / Dulce Madre.


LETANÍAS DEL ESPIRITU SANTO
Señor, ten piedad: Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad: Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad: Señor, ten piedad
Cristo, óyenos: Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos: Cristo, escúchanos
Dios Padre Celestial: Ten misericordia de nosotros
Dios, Hijo, Redentor del mundo: Ten misericordia de nosotros
Dios, Espíritu Santo: Ten misericordia de nosotros
Trinidad Santa, un solo Dios: Ten misericordia de nosotros
Espíritu que procede del Padre y del Hijo: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu del Señor que al comienzo de la creación planeando sobre las aguas las fecundaste: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu por inspiración del cual han hablado los profetas: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu cuya unción nos enseña todas las cosas: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu que das testimonio de Cristo: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de verdad que nos instruyes sobre todas las cosas: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu que sobreviene a María: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu del Señor que llena todo el orbe: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de Dios que habita en nosotros: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de sabiduría y de entendimiento: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de consejo y de fortaleza: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de ciencia y de piedad: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de temor del Señor: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de gracia y de misericordia: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de fuerza, de dilección (amor reflexivo) y de sobriedad:  Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de fe, de esperanza, de amor y de paz: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de humildad y de castidad: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de benignidad y de mansedumbre: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de multiforme gracia: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu que escrutas los secretos de Dios: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu que ruegas por nosotros con gemidos inenarrables: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu que descendiste sobre Cristo en forma de paloma: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu en el cual renacemos: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu por el cual se difunde la caridad en nuestros corazones: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu de adopción de los hijos de Dios: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu que en lenguas de fuego sobre los apóstoles apareciste: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu con el cual fueron los apóstoles henchidos: Ilumínanos y santifícanos
Espíritu que distribuyes tus dones a cada uno como quieres: Ilumínanos y santifícanos
Sednos propicio: Perdónanos. Señor
Sednos propicio: Escúchanos, Señor
De todo mal: Líbranos, Señor
De todo pecado: Líbranos, Señor
De tentaciones e insidias del demonio: Líbranos, Señor
De la presunción y desesperación: Líbranos, Señor
De la resistencia a la verdad conocida: Líbranos, Señor
De la obstinación y de la impenitencia: Líbranos, Señor
De la impureza de la mente y del cuerpo: Líbranos, Señor
Del espíritu de fornicación: Líbranos, Señor
De todo espíritu del mal: Líbranos, Señor
Por Tu eterna procesión del Padre y del Hijo: Te rogamos óyenos
Por Tu descenso sobre Cristo en el Jordán: Te rogamos óyenos
Por Tu advenimiento sobre los discípulos: Te rogamos óyenos
En el día del juicio, nosotros pecadores: Te rogamos óyenos    
Para que, así como vivimos del Espíritu, obremos también por El: Te rogamos óyenos
Para que recordando que somos templo del Espíritu Santo, no lo profanemos: Te rogamos óyenos
Para que, viviendo según el Espíritu, no cumplamos los deseos de la carne: Te rogamos óyenos
A fin de que por el Espíritu mortifiquemos las obras de la carne: Te rogamos óyenos
Para que no te contristemos a Ti, Espíritu Santo de Dios: Te rogamos óyenos
Para que seamos solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz: Te rogamos óyenos
Para que no creamos a todo espíritu: Te rogamos óyenos
Para que probemos a los espíritus si son de Dios: Te rogamos óyenos
Para que te dignes renovar en nosotros el espíritu de rectitud: Te rogamos óyenos
Para que nos confirmes por tu Espíritu Soberano: Te rogamos óyenos
Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Escúchanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Ten piedad de nosotros

Asístenos, te pedimos Señor, con la virtud del Espíritu Santo, para que purifique clemente nuestros corazones y nos preserve de todo mal.
Te lo pedimos, Padre, por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. ¡Amen!  


Oh, Señora mía

Oh, Señora mía, oh, Madre mía, yo me entrego enteramente a ti. Y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día y para siempre: mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón… En una palabra: ¡todo mi ser! Y ya que soy todo tuyo, oh, Madre de bondad, guárdame y protégeme como cosa y posesión tuya. ¡Amén!

Bendita sea tu pureza

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A Ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.

Gloria Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Dulce Madre

Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!


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