Consagración Total a Jesús por María: Día 9

CÓMO RESISTIR A LAS TENTACIONES 2DA PARTE.

Tomado del libro: Imitación de Cristo, libro I, cap.13

Recuerda que el fuego prueba el hierro, y la tentación al hombre justo que busca la santidad. Muchas veces no sabemos lo que podemos resistir; pero la tentación nos descubre lo débiles que somos. Debemos pues, velar principalmente al venir la tentación; porque entonces es más fácilmente vencido el enemigo cuando no le dejamos pasar por la puerta del alma. Procura detener al mal desde el principio antes que se arraigue en tu mente y en tu corazón. Si el pecado llega a echar raíz, es muy difícil de curar.

En la tentación, primero se ofrece al alma sólo un pensamiento sencillo; después, entra el papel de la imaginación; luego, el antojo por el pecado, y al último, el consentimiento de pecar. Y así entra poco a poco el maligno enemigo, y se apodera de todo por no resistirle al principio. Y cuanto más tiempo nos tardemos en resistir, nos hacemos cada día más débiles, y el enemigo más fuerte en nosotros.

Algunos padecen graves tentaciones al principio de su conversión, y otros, más al final. Y aún otros son molestados casi por toda su vida. Algunos no se rinden a grandes tentaciones, y son vencidos en las menores y más comunes, para que, humillados, nunca confíen de sí en grandes cosas, siendo débiles en las pequeñas.

Algunos son tentados blandamente, otros, duramente según la sabiduría y el juicio de la divina Providencia, que mide el estado y los méritos de los hombres, y todo lo tiene ordenado para la salvación de sus escogidos. Por eso no debemos desconfiar cuando somos tentados, sino rogar a Dios con mayor fervor para que nos ayude. Dios, sin duda, según dice San Pablo en 1a Cor. 10, 13, nos dará el auxilio junto con la tentación para que la podamos resistir.

Humillemos, pues, nuestras almas bajo la mano de Dios en toda tribulación y tentación, porque Él salvará y engrandecerá a los humildes de espíritu. En las tentaciones y adversidades se ve cuánto uno ha crecido en su espiritualidad y en ellas consiste el mayor premio y se conoce mejor la virtud. No es difícil ser un hombre devoto y fervoroso cuando no siente aflicción; pero si en el tiempo de la adversidad se sufre con paciencia y esperanza, los regalos que Dios nos da en este tiempo serán de gran provecho.


Por liberación, sanación y protección

Salmo 32 (33): Himno al poder y a la providencia de Dios

Ant. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros.

Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.

Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; cantadle un cántico nuevo, acompañando vuestra música con aclamaciones: que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales, él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.

La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos;

encierra en un odre las aguas marinas, mete en un depósito el océano.

Tema al Señor la tierra entera, tiemblen ante él los habitantes del orbe:

porque él lo dijo, y existió; él lo mandó, y surgió.

El Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos; pero el plan del Señor subsiste por siempre, los proyectos de su corazón, de edad en edad.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.

El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres;

desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra:

él modeló cada corazón, y comprende todas sus acciones.

No vence el rey por su gran ejército, no escapa el soldado por su mucha fuerza, nada valen sus caballos para la victoria, ni por su gran ejército se salva.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.

Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo,

con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén! Ant. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros.


Oraciones propias del día

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén! Espíritu de Cristo: despiértame; Espíritu de Cristo: muéveme; Espíritu de Cristo: lléname; Espíritu de Cristo: séllame. Oh, Padre Celestial, conságrame a tu Corazón y Voluntad; se en mí una fuente de virtudes; sella mi alma como la tuya para que tu reflejo en mí sea una luz que todos vean. ¡Amén!

Orar y meditar: Veni, Creator Spiritus / Ave Maris Stella / Magníficat / Dulce Madre.


ORACIONES PARA LA PRIMERA PARTE

Veni, Creator Spiritus  

Ven, Creador, Espíritu amoroso,
ven y visita el alma que a ti clama y con tu soberana gracia inflama los pechos que criaste poderoso.  

Tú que abogado fiel eres llamado, del Altísimo don, perenne fuente de vida eterna, caridad ferviente, espiritual unción, fuego sagrado.  

Tú te infundes al alma en siete dones, fiel promesa del Padre soberano;
tú eres el dedo de su diestra mano,
tú nos dictas palabras y razones.  

Ilustra con tu luz nuestros sentidos,
del corazón ahuyenta la tibieza, haznos vencer la corporal flaqueza, con tu eterna virtud fortalecidos.  

Por ti, nuestro enemigo desterrado, gocemos de paz santa duradera, y, siendo nuestro guía en la carrera, todo daño evitemos y pecado.

Por ti al eterno Padre conozcamos, y al Hijo, soberano omnipotente, y a ti, Espíritu, de ambos procedente, con viva fe y amor siempre creamos.

  ¡Amén!

Ave Maris Stella  

Salve, del mar Estrella, salve, Madre sagrada de Dios y siempre virgen, puerta del cielo santa.  

Tomando de Gabriel el «Ave», Virgen alma, mudando el nombre de Eva, paces divinas trata.  

La vista restituye, las cadenas desata, todos los males quita, todos los bienes causa.  

Muéstrate, madre, y llegue por ti nuestra esperanza a quien, por darnos vida, nació de tus entrañas.  

Entre todas piadosa, Virgen, en nuestras almas, libres de culpa, infunde virtud humilde y casta.  

Vida nos presta pura, camino firme allana, que quien a Jesús llega eterno gozo alcanza.  

Al Padre, al Hijo, al Santo Espíritu alabanzas; una a los tres le demos, y siempre eternas gracias.  

¡Amén!  

Magníficat  

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.  

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.  

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.  

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo Como era en un principio, ahora y siempre Por los siglos de los siglos.  

¡Amén!




Dulce Madre Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!

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