¡Celebramos el Bautismo de nuestro Señor!
Ha terminado litúrgicamente el tiempo de la Navidad, pues el nacimiento de Jesús da paso a una nueva Creación en Cristo.
Nosotros sabemos que el Bautismo nos lava del pecado original. Entonces… ¿Jesús tenía pecado original? ¿Necesitaba ser bautizado para purificarse de sus pecados? ¡No!
Esto dice San Maximiliano de Turín: «Quizás alguien dirá: ‘El que es santo, ¿por qué quiso ser bautizado?’ ¡Presten atención, pues! Cristo es bautizado, no para ser santificado por las aguas, sino para que Él mismo santifique las aguas, y por su propia purificación puede purificar los arroyos que toca” San Máximo de Turín
Jesús mismo dijo que era necesario que Él fuera bautizado para cumplir con toda justicia (cfr. Mt. 3, 15). Él, siendo inocente de pecado, asumió todos los pecados de la humanidad, para que, así, al bautizarse (sumergirse) en las aguas, nuestros pecados queden también sumergidos como símbolo de purificación en nuestra alma arrepentida.
Esto dice el Catecismo: «El bautismo de Jesús…es la inauguración de su misión como Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores; es ya «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»… viene ya a «cumplir toda justicia», es decir… por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados».
En el momento en que Jesús sale del agua, la Santísima Trinidad se hace presente: Se escucha la voz del Padre, que ama al Hijo, y el Hijo, a su vez ama al Padre, y ese amor del Padre y del Hijo, es el Espíritu Santo, que se manifiesta a través de una paloma, igual que en la Creación del Mundo, el Espíritu aleteaba sobre las agua, anunciando una nueva Creación, pues comienza así la Nueva Creación en Cristo. ¡Amén!