LA HIJA PREDILECTA DEL PADRE.
Tomado del libro: Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen por San Luis María Grignion de Montfort, 12-38
Si quieres comprender a la Madre, dice un santo, comprende al Hijo, pues María es una Madre digna de Dios.
María ha sido hasta ahora, desconocida por muchos. Esa es una de las razones por las cuales Jesucristo no es conocido como debe serlo. El reino de Jesucristo (cuando Jesucristo sea el Rey de nuestro corazón) ha de suceder, y esto será consecuencia del conocimiento de la Santísima Virgen María, quien lo trajo al mundo la primera vez y le hará resplandecer en su segunda venida.
María no es, sino una criatura salida de las manos del Altísimo, así que comparada con la Majestad infinita de Dios, ella es menos que un átomo, es nada, puesto que sólo Dios es quien es (Yahvé quiere decir Yo soy), y por consiguiente, confieso que este gran Señor, soberano y absoluto, ni ha tenido ni ahora tiene necesidad alguna de la Santísima Virgen para hacer su voluntad santísima y para manifestar su gloria, porque basta que Dios quiera, para que todo se haga.
Sin embargo, Dios ha querido empezar y concluir sus más grandes obras por la Santísima Virgen desde que la formó, y por ello, sabemos que Dios no cambiará de conducta en el transcurso de los siglos, pues es Dios y no varía en sus sentimientos ni en su proceder. María es la Reina del cielo y de la tierra por la gracia, como Jesús es Rey por naturaleza y por conquista; pues el reino de Jesucristo consiste principalmente en el corazón y en el interior del hombre, según el mismo Jesús en Lc. 17, 21: “El reino de Dios está dentro de vosotros”
Por liberación, sanación y protección
Salmo 38 (39): Súplica de un enfermo
Ant. Escucha, Señor, mi oración: abre tus oídos a mi llanto.
Yo me dije: vigilaré mi proceder, para que no se me vaya la lengua;
pondré una mordaza a mi boca mientras el impío esté presente.
Guardé silencio resignado, no hablé con ligereza;
pero mi herida empeoró, y el corazón me ardía por dentro;
pensándolo me requemaba, hasta que solté la lengua.
Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis años,
para que comprenda lo caduco que soy.
Me concediste un palmo de vida, mis días son nada ante ti;
el hombre no dura más que un soplo, el hombre pasa como pura sombra,
por un soplo se afana, atesora sin saber para quién.
Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? Tú eres mi confianza.
Líbrame de mis iniquidades, no me hagas la burla de los necios.
Enmudezco, no abro la boca, porque eres tú quien lo ha hecho.
Aparta de mí tus golpes, que el ímpetu de tu mano me acaba.
Escarmientas al hombre castigando su culpa;
como una polilla roes sus tesoros; el hombre no es más que un soplo.
Escucha, Señor, mi oración, haz caso de mis gritos,
no seas sordo a mi llanto; porque yo soy huésped tuyo, forastero como todos mis padres.
Aplaca tu ira, dame respiro, antes de que pase y no exista.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Ant. Escucha, Señor, mi oración: abre tus oídos a mi llanto.
Oraciones propias del día
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!
Espíritu de Cristo: despiértame; Espíritu de Cristo: muéveme; Espíritu de Cristo: lléname; Espíritu de Cristo: séllame. Oh, Padre Celestial, conságrame a tu Corazón y Voluntad; se en mí una fuente de virtudes; sella mi alma como la tuya para que tu reflejo en mí sea una luz que todos vean. ¡Amén!
Orar y meditar: Letanías de Nuestra Señora / Oración a Nuestra Señora / Gloria / Dulce Madre.
LETANÍAS DE NUESTRA SEÑORA |
Señor, ten piedad: Señor, ten piedad Cristo, ten piedad: Cristo, ten piedad Señor, ten piedad: Señor, ten piedad Cristo, óyenos: Cristo, oyénos Cristo, escúchanos: Cristo, escúchanos Dios Padre Celestial: Ten misericordia de nosotros Dios, Hijo, Redentor del mundo: Ten misericordia de nosotros Dios, Espíritu Santo: Ten misericordia de nosotros Trinidad Santa, un solo Dios: Ten misericordia de nosotros Santa María: Ruega por nosotros Santa Madre de Dios: Ruega por nosotros Santa Virgen de las Virgenes: Ruega por nosotros Madre de Cristo: Ruega por nosotros Madre de la Iglesia: Ruega por nosotros Madre de Misericordia: Ruega por nosotros Madre de la divina gracia: Ruega por nosotros Madre de esperanza: Ruega por nosotros Madre purísima: Ruega por nosotros Madre castísima: Ruega por nosotros Madre siempre Virgen: Ruega por nosotros Madre inmaculada: Ruega por nosotros Madre amable: Ruega por nosotros Madre admirable: Ruega por nosotros Madre del buen consejo: Ruega por nosotros Madre del Creador: Ruega por nosotros Madre del Salvador: Ruega por nosotros Madre de misericordia: Ruega por nosotros Virgen prudentísima: Ruega por nosotros Virgen digna de veneración: Ruega por nosotros Virgen digna de alabanza: Ruega por nosotros Virgen poderosa: Ruega por nosotros Virgen clemente: Ruega por nosotros Virgen fiel: Ruega por nosotros Espejo de justicia: Ruega por nosotros Trono de la sabiduría: Ruega por nosotros Causa de nuestra alegría: Ruega por nosotros Vaso espiritual: Ruega por nosotros Vaso digno de honor: Ruega por nosotros Vaso de insigne devoción: Ruega por nosotros Rosa mística: Ruega por nosotros Torre de David: Ruega por nosotros Torre de marfil: Ruega por nosotros Casa de oro: Ruega por nosotros Arca de la Alianza: Ruega por nosotros Puerta del Cielo: Ruega por nosotros Estrella de la mañana: Ruega por nosotros Salud de los enfermos: Ruega por nosotros Refugio de los pecadores: Ruega por nosotros Consuelo de los migrantes: Ruega por nosotros Consoladora de los afligidos: Ruega por nosotros Reina de los Ángeles: Ruega por nosotros Reina de los Patriarcas: Ruega por nosotros Reina de los Profetas: Ruega por nosotros Reina de los Apóstoles: Ruega por nosotros Reina de los Mártires: Ruega por nosotros Reina de los Confesores: Ruega por nosotros Reina de las Virgenes: Ruega por nosotros Reina de todos los Santos: Ruega por nosotros Reina concebida sin pecado original: Ruega por nosotros Reina asunta a los Cielos: Ruega por nosotros Reina del Santísimo Rosario: Ruega por nosotros Reina de las familias: Ruega por nosotros Reina de la paz: Ruega por nosotros Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Perdónanos, Señor Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Escúchanos, Señor Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Ten misericordia de nosotros |
Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo; y por la intercesión gloriosa de Santa María, la Virgen, líbranos de las tristezas y de este mundo y concédenos las alegrías del Cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. ¡Amén! |
Oración a Nuestra Señora de San Luis María Grignion de Montfort.
¡Salve, María, amadísima Hija del Eterno Padre; salve María, madre admirable del Hijo; salve, María, fidelísima Esposa del Espíritu Santo; salve, María, mi amada Madre, mi amable Maestra, mi poderosa Soberana; salve, gozo mío, gloria mía, mi corazón y mi alma! Eres toda mía por misericordia, y yo soy todo tuyo por justicia, pero todavía no lo soy bastante. De nuevo, me entrego a Ti todo entero en calidad de eterno esclavo, sin reservar nada, ni para mí, ni para otros. Si algo ves en mí que todavía no sea tuyo, tómalo enseguida, te lo suplico, y hazte dueña absoluta de todos mis haberes para destruir, desarraigar y aniquilar en mí todo lo que desagrade a Dios, y plantar y levantar y producir todo lo que le guste.
La luz de tu fe disipe las tinieblas de mi espíritu; tu humildad profunda ocupe el lugar de mi orgullo; tu contemplación sublime detenga las distracciones de mi fantasía vagabunda; tu continua vista de Dios llene de su presencia mi memoria, el incendio de caridad de tu corazón abrase la tibieza y frialdad del mío; cedan el sitio a tus virtudes mis pecados; tus méritos sean delante de Dios mi adorno y suplemento. En fin, queridísima y amadísima Madre, haz, si es posible, que no tenga yo más espíritu que el tuyo para conocer a Jesucristo y entender sus divinas voluntades; que no tenga más alma que la tuya para alabar y glorificar al Señor; que no tenga más corazón que el tuyo para amar a Dios con amor puro y con amor ardiente como Tú.
No pido visiones, ni revelaciones, ni gustos, ni contentos, ni aun espirituales. Para Ti el ver claro, sin tinieblas; para Ti el gustar por entero sin amargura; para Ti el triunfar gloriosa a la diestra de tu Hijo, sin humillación; para Ti el mandar a los ángeles, hombres y demonios, con poder absoluto, sin resistencia, y el disponer en fin, sin reserva alguna de todos los bienes de Dios. Esta es, divina María, la mejor parte que se te ha concedido, y que jamás se te quitará, que es para mí grandísimo gozo. Para mí y mientras viva, no quiero otro sino el experimentar el que Tú tuviste: creer a secas, sin nada ver y gustar; sufrir con alegría, sin consuelo de las criaturas; morir a mí mismo, continuamente y sin descanso; trabajar mucho hasta la muerte por Ti, sin interés, como el más vil de los esclavos. La sola gracia que por pura misericordia te pido, es que en todos los días y en todos los momentos de mi vida diga tres amenes: amén (así sea) a todo lo que hiciste en la tierra cuando vivías; amén a todo lo que haces al presente en el cielo; amén a todo lo que obras en mi alma, para que en ella no haya nada más que Tú, para glorificar plenamente a Jesús en mí, ahora y en la eternidad. ¡Amén!
Gloria
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Dulce Madre
Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!