EVITAR LOS ESCÁNDALOS.
“Dijo Jesús a sus discípulos: Es imposible que no haya escándalos y caídas, pero ¡pobre del que hace caer a los demás! Mejor sería que lo arrojaran al mar con una piedra de molino atada al cuello, antes que hacer caer a uno de estos pequeños.
Cuídense ustedes mismos. Si tu hermano te ofende, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Si te ofende siete veces al día y otras tantas vuelve arrepentido y te dice: «Lo siento», perdónalo. Los apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe. El Señor respondió: Si ustedes tienen un poco de fe, no más grande que un granito de mostaza, dirán a ese árbol: Arráncate y plántate en el mar, y el árbol les obedecerá.
¿Acaso tienen un servidor que está arando o cuidando el rebaño? Y cuando éste vuelve del campo, ¿le dicen acaso: Entra y descansa? ¿No le dirán más bien: Prepárame la comida y ponte el delantal para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú? ¿Y quién de ustedes se sentirá agradecido con él porque hizo lo que le fue mandado? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que les ha sido mandado, digan: Somos servidores que no hacíamos falta, hemos hecho lo que era nuestro deber” (Lucas 17, 1-10)
Por liberación, sanación y protección
Salmo 36 (37): La verdadera y la falsa felicidad
Ant. Confía en el Señor y sigue su camino.
No te exasperes por los malvados, no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba, como el césped verde se agostarán.
Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón.
Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará:
hará brillar tu justicia como el amanecer; tu derecho, como el mediodía.
Descansa en el Señor y espera en él, no te exasperes por el hombre que triunfa empleando la intriga:
cohíbe la ira, reprime el coraje, no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos, pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.
Aguarda un momento: desapareció el malvado, fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio, los sufridos poseen la tierra y disfrutan de paz abundante.
El malvado intriga contra el justo, rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él, porque ve que le llega su hora.
Los malvados desenvainan la espada, asestan el arco,
para abatir a pobres y humildes, para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón, sus arcos se romperán.
Mejor es ser honrado con poco que ser malvado en la opulencia;
pues al malvado se le romperán los brazos, pero al honrado lo sostiene el Señor.
El Señor vela por los días de los buenos, y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía, en tiempo de hambre se saciarán;
pero los malvados perecerán, los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado, en humo se disiparán.
El malvado pide prestado y no devuelve, el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseen la tierra, los que él maldice son excluidos.
El Señor asegura los pasos del hombre, se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá, porque el Señor lo tiene de la mano.
Fui joven, ya soy viejo: nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado; bendita será su descendencia.
Apártate del mal y haz el bien, y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados, la estirpe de los malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra, la habitarán por siempre jamás.
La boca del justo expone la sabiduría, su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios, y sus pasos no vacilan.
El malvado espía al justo e intenta darle muerte;
pero el Señor no lo entrega en sus manos, no deja que lo condenen en el juicio.
Confía en el Señor, sigue su camino; él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.
Vi a un malvado que se jactaba, que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba; lo busqué, y no lo encontré.
Observa al honrado, fíjate en el bueno: su porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados, el porvenir de los malvados quedará truncado.
El Señor es quien salva a los justos, él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra, los libra de los malvados y los salva,
porque se acogen a él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén! Ant. Confía en el Señor y sigue su camino.
Oraciones propias del día
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!
Ven, Espíritu Santo, abre mis oídos para escuchar tu Palabra. Ven Espíritu Santo, abre mi mente para entenderla. Ven, Espíritu Santo, abre mi corazón para guardarla. Ven, Espíritu Santo, y abre mi boca para proclamarla. Ven, Espíritu Santo, y toca mi vida para llegar a la santidad. ¡Amén!
Orar y meditar: Letanías del Espíritu Santo / Oh, Señora mía / Bendita sea tu pureza / Gloria / Dulce Madre.
LETANÍAS DEL ESPÍRITU SANTO |
Señor, ten piedad: Señor, ten piedad Cristo, ten piedad: Cristo, ten piedad Señor, ten piedad: Señor, ten piedad Cristo, óyenos: Cristo, óyenos Cristo, escúchanos: Cristo, escúchanos Dios Padre Celestial: Ten misericordia de nosotros Dios, Hijo, Redentor del mundo: Ten misericordia de nosotros Dios, Espíritu Santo: Ten misericordia de nosotros Trinidad Santa, un solo Dios: Ten misericordia de nosotros Espíritu que procede del Padre y del Hijo: Ilumínanos y santifícanos Espíritu del Señor que al comienzo de la creación planeando sobre las aguas las fecundaste: Ilumínanos y santifícanos Espíritu por inspiración del cual han hablado los profetas: Ilumínanos y santifícanos Espíritu cuya unción nos enseña todas las cosas: Ilumínanos y santifícanos Espíritu que das testimonio de Cristo: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de verdad que nos instruyes sobre todas las cosas: Ilumínanos y santifícanos Espíritu que sobreviene a María: Ilumínanos y santifícanos Espíritu del Señor que llena todo el orbe: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de Dios que habita en nosotros: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de sabiduría y de entendimiento: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de consejo y de fortaleza: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de ciencia y de piedad: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de temor del Señor: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de gracia y de misericordia: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de fuerza, de dilección (amor reflexivo) y de sobriedad: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de fe, de esperanza, de amor y de paz: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de humildad y de castidad: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de benignidad y de mansedumbre: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de multiforme gracia: Ilumínanos y santifícanos Espíritu que escrutas los secretos de Dios: Ilumínanos y santifícanos Espíritu que ruegas por nosotros con gemidos inenarrables: Ilumínanos y santifícanos Espíritu que descendiste sobre Cristo en forma de paloma: Ilumínanos y santifícanos Espíritu en el cual renacemos: Ilumínanos y santifícanos Espíritu por el cual se difunde la caridad en nuestros corazones: Ilumínanos y santifícanos Espíritu de adopción de los hijos de Dios: Ilumínanos y santifícanos Espíritu que en lenguas de fuego sobre los apóstoles apareciste: Ilumínanos y santifícanos Espíritu con el cual fueron los apóstoles henchidos: Ilumínanos y santifícanos Espíritu que distribuyes tus dones a cada uno como quieres: Ilumínanos y santifícanos Sednos propicio: Perdónanos. Señor Sednos propicio: Escúchanos, Señor De todo mal: Líbranos, Señor De todo pecado: Líbranos, Señor De tentaciones e insidias del demonio: Líbranos, Señor De la presunción y desesperación: Líbranos, Señor De la resistencia a la verdad conocida: Líbranos, Señor De la obstinación y de la impenitencia: Líbranos, Señor De la impureza de la mente y del cuerpo: Líbranos, Señor Del espíritu de fornicación: Líbranos, Señor De todo espíritu del mal: Líbranos, Señor Por Tu eterna procesión del Padre y del Hijo: Te rogamos óyenos Por Tu descenso sobre Cristo en el Jordán: Te rogamos óyenos Por Tu advenimiento sobre los discípulos: Te rogamos óyenos En el día del juicio, nosotros pecadores: Te rogamos óyenos Para que, así como vivimos del Espíritu, obremos también por Él: Te rogamos óyenos Para que recordando que somos templo del Espíritu Santo, no lo profanemos: Te rogamos óyenos Para que, viviendo según el Espíritu, no cumplamos los deseos de la carne: Te rogamos óyenos A fin de que por el Espíritu mortifiquemos las obras de la carne: Te rogamos óyenos Para que no te contristemos a Ti, Espíritu Santo de Dios: Te rogamos óyenos Para que seamos solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz: Te rogamos óyenos Para que no creamos a todo espíritu: Te rogamos óyenos Para que probemos a los espíritus si son de Dios: Te rogamos óyenos Para que te dignes renovar en nosotros el espíritu de rectitud: Te rogamos óyenos Para que nos confirmes por tu Espíritu Soberano: Te rogamos óyenos Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Perdónanos, Señor Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Escúchanos, Señor Cordero de Dios, que quitas el pecado del Mundo: Ten piedad de nosotros Asístenos, te pedimos Señor, con la virtud del Espíritu Santo, para que purifique clemente nuestros corazones y nos preserve de todo mal. Te lo pedimos, Padre, por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. ¡Amen! |
Oh, Señora mía
Oh, Señora mía, oh, Madre mía, yo me entrego enteramente a ti. Y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día y para siempre: mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón… En una palabra: ¡todo mi ser! Y ya que soy todo tuyo, oh, Madre de bondad, guárdame y protégeme como cosa y posesión tuya. ¡Amén!
Bendita sea tu pureza
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A Ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.
Gloria Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Dulce Madre
Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!