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La oración cristiana nos invita a tener una relación personal con Dios, dedicando un lugar especial a ésta, un espacio adecuado para realizarla, tiempo para comunicarnos y escuchar su voz.
De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica y citando sus numerales nos encontramos con diversos obstáculos que nos impiden o dificultan iniciar un diálogo continuo con la Santísima Trinidad.
Te invitamos a identificar cuál de los siguientes obstáculos se presentan en tu vida diaria al momento de querer hacer oración:
I. Obstáculos para la oración
2726 En el combate de la oración, tenemos que hacer frente en nosotros mismos y en torno a nosotros a conceptos erróneos sobre la oración. Unos ven en ella una simple operación psicológica, otros un esfuerzo de concentración para llegar a un vacío mental. Otros la reducen a actitudes y palabras rituales. En el inconsciente de muchos cristianos, orar es una ocupación incompatible con todo lo que tienen que hacer: no tienen tiempo. Hay quienes buscan a Dios por medio de la oración, pero se desalientan pronto porque ignoran que la oración viene también del Espíritu Santo y no solamente de ellos.
2727 También tenemos que hacer frente a mentalidades de “este mundo” que nos invaden si no estamos vigilantes. Por ejemplo: lo verdadero sería sólo aquello que se puede verificar por la razón y la ciencia (ahora bien, orar es un misterio que desborda nuestra conciencia y nuestro inconsciente); es valioso aquello que produce y da rendimiento (luego, la oración es inútil, pues es improductiva); el sensualismo y el confort adoptados como criterios de verdad, de bien y de belleza (y he aquí que la oración es “amor de la Belleza absoluta” [philocalía], y sólo se deja cautivar por la gloria del Dios vivo y verdadero); y por reacción contra el activismo, se da otra mentalidad según la cual la oración es vista como posibilidad de huir de este mundo (pero la oración cristiana no puede escaparse de la historia ni divorciarse de la vida).
2728 Por último, en este combate hay que hacer frente a lo que es sentido como fracasos en la oración: desaliento ante la sequedad, tristeza de no entregarnos totalmente al Señor, porque tenemos “muchos bienes” (cf Mc 10, 22), decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad; herida de nuestro orgullo que se endurece en nuestra indignidad de pecadores, difícil aceptación de la gratuidad de la oración, etc. La conclusión es siempre la misma: ¿Para qué orar? Es necesario luchar con humildad, confianza y perseverancia, si se quieren vencer estos obstáculos.
II. La humilde vigilancia de la oración
Frente a las dificultades de la oración
2729 La dificultad habitual de la oración es la distracción. En la oración vocal, la distracción puede referirse a las palabras y al sentido de estas. La distracción, de un modo más profundo, puede referirse a Aquél al que oramos, tanto en la oración vocal (litúrgica o personal), como en la meditación y en la oración contemplativa. Dedicarse a perseguir las distracciones es caer en sus redes; basta con volver a nuestro corazón: la distracción descubre al que ora aquello a lo que su corazón está apegado. Esta humilde toma de conciencia debe empujar al orante a ofrecerse al Señor para ser purificado. El combate se decide cuando se elige a quién se desea servir (cf Mt 6,21.24).
2730 Mirado positivamente, el combate contra el ánimo posesivo y dominador es la vigilancia, la sobriedad del corazón. Cuando Jesús insiste en la vigilancia, es siempre en relación a Él, a su Venida, al último día y al “hoy”. El esposo viene en mitad de la noche; la luz que no debe apagarse es la de la fe: “Dice de ti mi corazón: busca su rostro” (Sal 27, 8).
2731 Otra dificultad, especialmente para los que quieren sinceramente orar, es la sequedad. Forma parte de la oración en la que el corazón está desprendido, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es el momento en que la fe es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro. “El grano de trigo, si […] muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24). Si la sequedad se debe a falta de raíz, porque la Palabra ha caído sobre roca, no hay éxito en el combate sin una mayor conversión (cf Lc 8, 6. 13).
Frente a las tentaciones en la oración
2732 La tentación más frecuente, la más oculta, es nuestra falta de fe. Esta se expresa menos en una incredulidad declarada que en unas preferencias de hecho. Cuando se empieza a orar, se presentan como prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran más urgentes; una vez más, es el momento de la verdad del corazón y de su más profundo deseo. Mientras tanto, nos volvemos al Señor como nuestro único recurso; pero ¿alguien se lo cree verdaderamente? Consideramos a Dios como asociado a la alianza con nosotros, pero nuestro corazón continúa en la arrogancia. En cualquier caso, la falta de fe revela que no se ha alcanzado todavía la disposición propia de un corazón humilde: «Sin mí, no podéis hacer nada» (Jn 15, 5).
2733 Otra tentación a la que abre la puerta la presunción es la acedia. Los Padres espirituales entienden por ella una forma de aspereza o de desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón. “El espíritu […] está pronto pero la carne es débil” (Mt 26, 41). Cuanto más alto es el punto desde el que alguien toma decisiones, tanto mayor es la dificultad. El desaliento, doloroso, es el reverso de la presunción. Quien es humilde no se extraña de su miseria; ésta le lleva a una mayor confianza, a mantenerse firme en la constancia.
Una vez identificados los obstáculos que no te permiten comunicarte continuamente con Dios, te sugerimos pedir la fortaleza del Espíritu Santo para que con su ayuda logres vencerlos, en muchas ocasiones no hay motivación o impulso para acciones y es preciso en ese momento cuando debes dejar actuar a la disciplina.
¡Deseamos que pronto tu relación con Dios crezca, te llene el corazón con su infinito y puro amor!
Fuente: Catecismo de la Iglesia Católica.
Escucha “Te sigo Adorando” de Joan Sánchez, canto que te ayudará a profundizar más el tema de la oración con Dios.
“En las dificultades y batallas recuerda que el único con poder para vencer es Dios, sigue Adorando aunque todo vaya “mal”.
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