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¡Será grande a los ojos del Señor, y estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre, y muchos se alegrarán de su nacimiento!
El nacimiento de Juan Bautista desencadena una explosión de alegría. Muestra que Dios es fiel a sus promesas. Primero, existe la promesa de la profecía de Isaías: «Una voz grita en el desierto: «preparen el camino». La voz que grita en el desierto es identificada con Juan el Bautista y, por consiguiente, vemos que Dios ha cumplido con una promesa. Luego, hay otra promesa que toma la forma del retorno prometido del querido profeta Elías. Tal promesa es también cumplida en Juan, quien está ataviado igual que Elías (2 Re 1, 8). El cumplimiento de éstas y muchas otras promesas divinas sólo pueden significar una cosa: el exilio humano ha terminado y se inaugura el reino de Dios. Mientras que los políticos, los esposos, y los mercadólogos hacen innumerables promesas, sólo Dios cumple siempre y cabalmente.
San Juan el Bautista fue santificado desde que estaba en el vientre de su madre; Santa Isabel, cuando la madre de Dios la Santísima Virgen María los visitó.
La celebración del precursor de Cristo se conmemora el día 24 de junio, fecha de su nacimiento.
Éste santo fue concebido por Santa Isabel y su padre Zacarías sacerdote que servía a Dios en el templo; ambos pareja de avanzada edad que esperaba con alegría la llegada del Mesías.
Un día el Arcángel Gabriel se le apareció a Zacarías para anunciarle que tendrían un hijo muy especial y le pondría el nombre de Juan. El sacerdote dudo del mensaje a lo que le preguntó al enviado de Dios cómo se realizaría si él y su esposa ya eran viejos. En ese momento éste enmudeció a consecuencia de su falta de fe y le sería devuelta la voz hasta el nacimiento de su hijo.
Con el nacimiento de Juan, su padre recuperó la voz y lo primero que pronunció fue: ¡Bendito el Señor, Dios de Israel».
Juan el Bautista es quien se encargaba de preparar el camino de los hijos de Dios para la llegada del Mesías, proclamaba la palabra en el rio Jordán, les pedía que se arrepintieran de corazón sus pecados cometidos para recibir con gran purificación a Dios.
El día de la llegada de Cristo, Juan reconoció a quien tantos estaban esperando.
Jesús con gran humildad se acercó a su primo para ser bautizado por él mismo, en ese momento el Cielo se abrió y se escuchó la voz de Dios Padre quien anunció: «Este es mi Hijo amado…» Juan dio testimonio de ello diciendo: «Este es el Cordero de Dios»… Reconociendo la grandeza de Dios.
Juan murió al ser decapitado por mandato de Herodías, mujer ilegitima de Herodes a causa de que el antecesor de Jesús exhibía el pecado de éstos dos.
Pidamos la intercesión de este Santo para tener fortaleza al anunciar con valor la verdad, ser testimonio de los mandamientos de nuestro Señor Jesucristo y seguirlo hasta el día de nuestra muerte.
¡San Juan el Bautista, ruega por nosotros!
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