QUINTO DÍA: NUESTRA HERENCIA COMO HIJOS DE DIOS.
Se reza la Coronilla formal o simple de Consagración a Dios Padre.
Amadísimo Padre, mi Creador y mi Dios: Tú prometiste que en cada lugar donde honremos tu Santísimo Nombre, Tú vendrías a nosotros y nos bendecirías. Oh, Padre, levántate y ven a reposar en nosotros, tus hijos. Invístenos con tu Salvación y permite que nos regocijemos en tu bondad. Por favor, no apartes nuestros rostros de tu amorosa presencia. Si hemos encontrado favor a tu vista, muéstranos tu rostro para que te conozcamos y hallemos gracia ante tus ojos. Por favor, háblanos ahora como le hablaste a Moisés como un hombre le habla a un amigo. Muéstranos hoy a todos que Tú eres el «Padre de toda la Humanidad», aquel que puede hacer volver todos los corazones hacia Ti; nosotros somos tus hijos, que deseamos solamente hacer tu Voluntad en todas las cosas. Respóndenos, Señor; para que todos tus hijos puedan saber que Tú eres el único y verdadero Dios y Padre de toda la humanidad. Como tus hijos pródigos, solamente queremos volver a casa, a tu lado. Mientras nos aproximamos a Ti, Padre, por favor, date prisa en salir a nuestro encuentro. Y en tu amor y compasión incondicionales, abrázanos y bésanos. Como María, tu sierva, y Jesús, tu Hijo, nosotros te amamos, Padre, y nos consagramos libremente a Ti, diciendo con María, nuestra Madre: «Hágase en mí según tu Voluntad». A través de Jesús, nuestro Dios y Salvador, también nos atrevemos a decir: «No se haga como yo quiero, sino como quieres Tú». Y en el Espíritu Santo, nuestro Dios y Santificador clamamos: «¡Abba, Padre!». Jesús prometió que cuando dos o tres estuviéramos reunidos en su nombre, Él estaría en medio de nosotros. Así como Jesús está en Ti, y Tú en Jesús y Jesús es la vid y nosotros los sarmientos, te pedimos que permanezcas con nosotros ahora, y, a través de tu Santo Espíritu, habita en nosotros siempre, como tus templos vivientes. Bendícenos, Padre, y camina en medio de nosotros, tus hijos. Y que tu Gloria descienda sobre nosotros como el fuego transformador de tu tierno amor y tu misericordia, ahora y por siempre. ¡Amén!
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Amén!
Inicio: Amadísimo Dios Padre: humildemente te pido que, en mi regreso a casa a tu lado, tus Ángeles me protejan y me guíen; que tus bienaventurados Santos del Cielo intercedan por mí; y que tus sufrientes almas del Purgatorio oren por mí, como yo oro por ellas ahora. ¡Amén!
En las tres primeras cuentas doradas:
1ª cuenta: Dios te salve María…
2ª cuenta: Jesús, mi Dios y mi Salvador, Tú me has amado tanto; Tú moriste por mí en la Cruz para que yo también pudiera regresar a nuestro Padre del Cielo, Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida. Por medio de tu Santa Eucaristía, susténtame, por favor, y quédate siempre presente conmigo en mi camino a casa. ¡Amén!
3ª cuenta: Espíritu Santo, mi Dios y mi Santificador, Jesús te ha enviado a mí, para mi regreso a casa. Aliado del Padre, por
favor, purifícame y depúrame. Lléname con tu Luz y Amor Divinos para que la presencia de Dios habite en mí. ¡Amén!
1ª OCTAVA MAYOR (cuenta dorada): Meditamos en la desobediencia y el exilio de los hijos de Dios.
Dios Nuestro Padre estaba con nosotros desde el principio en el Paraíso que Él creó para nosotros, el Paraíso de Su Divina Voluntad. Pero, seducidos por Satanás, Adán y Eva escogieron no hacer la Voluntad de Dios Nuestro Padre. Fueron expulsados del Paraíso y privados de la presencia íntima de Dios. Pero el Padre les hizo una promesa: la Mujer y su Simiente lograrían el triunfo de Dios aplastando la cabeza de la serpiente, la cual había causado la separación de Dios con sus creaturas, y con ello, el mal (el mal de decirle «No» a la Voluntad de Dios), sería derrotado (cfr. Genesis capítulos 2, 8-3, 24).
Padre Nuestro…
Octava Menor (ocho cuentas rojas):
Cuenta 1: En alabanza: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 2: En agradecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 3: En ofrecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 4: En arrepentimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 5: En mi herencia: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 6: En decir mi «Sí»: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 7: En fidelidad: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 8: En consagración: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
2ª OCTAVA MAYOR (cuenta dorada): Meditamos en la presencia de Dios Padre entre nosotros en los tiempos del Antiguo Testamento.
Aunque los hijos de Dios fueron expulsados del Paraíso por haber escogido no hacer la Voluntad de Dios, el Padre Eterno nunca los abandonó. Él estuvo presente, con ellos desde el principio. En tiempos del Antiguo Testamento, Dios manifestó su presencia a través de su propia voz, las palabras de sus profetas, en los grandes milagros, en la zarza ardiente, en la columna de humo y en el Arca de la Alianza.
Después de que Dios rescató a sus hijos de la esclavitud de Egipto, les pidió que celebraran la Fiesta de los Tabernáculos durante ocho días cada año. Él quería que ellos recordaran que los amaba. Los salvó y estuvo presente con ellos. Más tarde, cuando Dios estuvo presente en el Arca del Alianza, Salomón construyó un templo magnífico para alojarla. Luego celebró una fiesta de ocho días para dedicar el Templo y prepararlo para recibir la Presencia de Dios. Dios respondió a la
consagración manifestando su Presencia de una manera tangible y poderosa.
Al final del Antiguo Testamento, podemos leer que los macabeos reinstituyeron esta fiesta de ocho días para purificar y volver a dedicar el Templo que había sido profanado por la influencia pagana, para que la Presencia de Dios morara con ellos una vez más. (Lev. 8, 33-36; 9, 1-24; 23, 33-43; 2ª Cro. 7, 1-9; 2ª Mac. 2, 1-12)
A pesar de nuestros pecados, Dios nunca nos ha dejado solos: «Sión ha dicho: «El Señor me ha abandonado; el Señor me ha olvidado». ¿Acaso puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues bien, aunque alguna lo olvidase, yo nunca me olvidaría de ti» (Is. 49, 14-15)
Padre Nuestro…
Octava Menor (ocho cuentas rojas):
Cuenta 1: En alabanza: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 2: En agradecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 3: En ofrecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 4: En arrepentimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 5: En mi herencia: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 6: En decir mi «Sí»: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 7: En fidelidad: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 8: En consagración: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
3ª OCTAVA MAYOR (cuenta dorada): Meditamos en el Fíat de María, nuestra Madre.
A través de su “Fiat”, María, se convirtió en el Arca de la Nueva Alianza, un Tabernáculo viviente para la presencia de Dios en Jesús, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad y el Salvador de los hijos de Dios Nuestro Padre. Cuando María aceptó la invitación del Ángel Gabriel para ser la Madre del Hijo de Dios, el Espíritu Santo descendió sobre ella y el poder de Dios Padre la cubrió con su sombra. Diciendo «Sí» a la Voluntad de Dios, María (la Mujer), le permitió a Dios estar presente con sus hijos y así, Jesús como Nuevo Adán, derrotaría a la serpiente antigua, al pecado y a la muerte, para que nosotros podamos pertenecer como hijos a la familia del Padre Celestial (cfr. Lc. 1, 26-35).
Padre Nuestro…
Octava Menor (ocho cuentas rojas):
Cuenta 1: En alabanza: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 2: En agradecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 3: En ofrecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 4: En arrepentimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 5: En mi herencia: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 6: En decir mi «Sí»: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 7: En fidelidad: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 8: En consagración: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
4ª OCTAVA MAYOR (cuenta dorada): Meditamos en el Fíat de Jesús, nuestro Salvador.
Como María, Jesús ofreció su “Fiat” a Dios Nuestro Padre. Durante su Pasión en el Huerto de Getsemaní Jesús dijo: “Padre, si es posible, pase de Mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mt. 26, 39)
Por medio de su Pasión, Muerte y Resurrección, Jesús nos redimió, derrotando el pecado, que es decirle «no» a la Voluntad de Dios y la muerte, que es el exilio y la separación de Dios, los cuales Satanás había introducido al mundo. A través de Jesús, de su Iglesia y de sus Sacramentos, nosotros podemos ahora regresar a Dios Nuestro Padre y tener la vida eterna (cfr. Jn. 14, 1-14).
Padre Nuestro…
Octava Menor (ocho cuentas rojas):
Cuenta 1: En alabanza: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 2: En agradecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 3: En ofrecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 4: En arrepentimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 5: En mi herencia: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 6: En decir mi «Sí»: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 7: En fidelidad: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 8: En consagración: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
5ª OCTAVA MAYOR (cuenta dorada): Meditamos en el envío del Espíritu Santo, nuestro Santificador.
Antes de ascender a su Padre, Jesús prometió que no nos dejaría huérfanos, por eso, después de completar la misión que le encomendó Dios Padre, nos envió al Espíritu Santo para guiarnos en nuestro camino de regreso a Casa de nuestro Padre, y para purificarnos y depurarnos como el oro y la plata, de manera que pudiéramos llegar a ser tabernáculos vivientes de la presencia de Dios, que vive en nosotros. Con el Espíritu Santo en nuestros corazones, Dios está presente, pero no solo
«con» nosotros como en los tiempos del Antiguo Testamento, sino «en» nosotros (cfr. Jn 14, 16-17).
Padre Nuestro…
Octava Menor (ocho cuentas rojas):
Cuenta 1: En alabanza: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 2: En agradecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 3: En ofrecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 4: En arrepentimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 5: En mi herencia: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 6: En decir mi «Sí»: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 7: En fidelidad: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 8: En consagración: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
6ª OCTAVA MAYOR (cuenta dorada): Meditamos en la elección de los hijos pródigos de regresar a su Padre.
Nosotros somos todos hijos pródigos de Dios Nuestro Padre, pero Él nos ha dado a cada uno de nosotros la oportunidad de hacer una elección de libre voluntad para regresar a su Corazón. Esta oportunidad se trata de hacer una sincera decisión para regresar a la Casa del Padre: «Tengo que hacer algo: volveré donde mi padre y le diré: Padre, he pecado contra Dios y contra Ti.
Ya no merezco ser llamado hijo tuyo» (Lc. 15, 18-19a)
El volver con el Padre significa apartarnos de nuestra propia voluntad, de nuestra propia vida pecaminosa y de nuestro propio espíritu mundano. Es morir a nosotros mismos para vivir en Dios.
Padre Nuestro…
Octava Menor (ocho cuentas rojas):
Cuenta 1: En alabanza: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 2: En agradecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 3: En ofrecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 4: En arrepentimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 5: En mi herencia: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 6: En decir mi «Sí»: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 7: En fidelidad: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 8: En consagración: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
7ª OCTAVA MAYOR (cuenta dorada): Meditamos en el Fíat de los hijos de Dios Nuestro Padre, individualmente y también como el Cuerpo de Cristo.
Al consagrarnos a Dios Nuestro Padre y darle nuestro «Sí», incondicional, al acceder a cumplir su Voluntad en todo, encontraremos el camino de vuelta a casa a su lado, y nos convertiremos en tabernáculos vivientes de la presencia Divina que mora en nosotros. Él viene a morar en nosotros y nosotros moramos en Él. Somos la casa del Padre, convirtiéndonos en Templos del Dios Vivo. En un sentido, el Cielo y la Tierra se unen, porque Dios ya dio su “Fiat”, María ya dio su “Fiat”, y solo falta el nuestro para que venga a nosotros su Reino.
Padre Nuestro…
Octava Menor (ocho cuentas rojas):
Cuenta 1: En alabanza: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 2: En agradecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 3: En ofrecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 4: En arrepentimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 5: En mi herencia: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 6: En decir mi «Sí»: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 7: En fidelidad: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 8: En consagración: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
8ª OCTAVA MAYOR (cuenta dorada): Meditamos en la venida de la Nueva Jerusalén prometida en el Libro del Apocalipsis.
«Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, y el mar no existe ya. Vi a la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia que se adorna para recibir a su esposo. Y oí una voz que clamaba desde el trono: «Esta es la morada de Dios con los hombres; él habitará en medio de ellos; ellos serán su pueblo y él será Dios; enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte ni lamento, ni llanto ni pena, pues todo lo anterior ha pasado» (Ap. 21, 1-4)
Cuando concluya la Historia de la Salvación, cuando el cielo y la tierra sean transformados, la humanidad será finalmente restaurada a nuestro Padre, y Dios manifestará su presencia y habitará con sus hijos para siempre.
Padre Nuestro…
Octava Menor (ocho cuentas rojas):
Cuenta 1: En alabanza: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 2: En agradecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 3: En ofrecimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 4: En arrepentimiento: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 5: En mi herencia: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 6: En decir mi «Sí»: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 7: En fidelidad: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
Cuenta 8: En consagración: te amo Padre, y me doy enteramente a Ti.
En las tres primeras cuentas doradas:
1ª cuenta: Dios te salve María…
2ª cuenta: Jesús, mi Dios y mi Salvador, Tú me has amado tanto; Tú moriste por mí en la Cruz para que yo también pudiera regresar a nuestro Padre del Cielo, Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida. Por medio de tu Santa Eucaristía, susténtame, por favor, y quédate siempre presente conmigo en mi camino a casa. ¡Amén!
3ª cuenta: Espíritu Santo, mi Dios y mi Santificador, Jesús te ha enviado a mí, para mi regreso a casa. Aliado del Padre, por favor, purifícame y depúrame. Lléname con tu Luz y Amor Divinos para que la presencia de Dios habite en mí. ¡Amén!
Oración de consagración a Dios Nuestro Padre:
Mi amadísimo Padre, por favor, acepta este ofrecimiento de mí mismo, mi cuerpo, mi mente y mi alma: te alabo por tu creación, todas tus obras y maravillas. Te agradezco por haberme dado la vida y por todo lo que has hecho por mí. Te ofrezco todo lo que tan generosamente me has dado. Estoy sinceramente arrepentido por no haberte conocido, amado, servido y honrado como debía. Abrazo mi herencia como hijo tuyo, tanto el gozo como la responsabilidad. Te doy mi «Sí» para poder ser un instrumento de tu Voluntad. Yo prometo mi fidelidad, y te pido la gracia de la constancia y la
perseverancia en mi fe. Al más amoroso, atento, y misericordioso de todos los Padres: En tu Divina Presencia, yo, sinceramente, proclamo mi amor por Ti; me entrego (y entrego a mi familia) a Ti; y solemnemente me consagro (y consagro a mi familia) a Ti, ahora y por siempre. Amadísimo Padre, como hijo tuyo, te pido que envíes a María para que me guíe hacia Jesús, y Jesús me envíe el Espíritu Santo para que todos ellos me lleven hacia Ti. Que habites conmigo y en mí, que sea yo un templo viviente preparado por María, dedicado por Jesús y purificado por tu Espíritu Santo, y que yo siempre esté contigo y en Ti. Que me permitas, como hijo tuyo, ser tu verdadero e íntimo amigo, uno que te ama por sobre todas las cosas. Y que vengas por mí cuando muera, para llevarme a casa contigo. Te pido, además, Padre, por el bien de la humanidad: que tengas piedad de todos tus hijos, pasados, presentes y futuros. Que traigas la Paz al mundo, y que reúnas a todos tus hijos en Ti. Y que venga tu Reino y tu Voluntad se haga en la tierra como en el cielo. ¡Amén!
Letanías de la Santa Octava de Consagración a Dios Nuestro Padre:
− Señor, ten Piedad de nosotros: Señor, ten Piedad de nosotros
− Cristo, ten Piedad de nosotros: Cristo, ten Piedad de nosotros
− Señor, ten Piedad de nosotros: Señor, ten Piedad de nosotros
− Cristo, óyenos: Cristo, óyenos
− Cristo, escúchanos: Cristo, escúchanos
− Dios Padre Celestial: Ten Piedad de nosotros
− Dios Hijo Redentor del Mundo: Ten Piedad de nosotros
− Dios Espíritu Santo: Ten Piedad de nosotros
− Santísima Trinidad, un solo Dios: Ten Piedad de nosotros
− Dios Padre Nuestro, Tú salvaste a ocho personas en el Arca de Noé: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú decretaste que todos los bebés varones fueran circuncidados al octavo día como señal de tu Alianza con nosotros: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú te manifestaste a Moisés y a sus hijos luego de haber completado un período de consagración y ofrecimiento de ocho días: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú instituiste los ocho días de Fiesta de los Tabernáculos para recordar a tus hijos tu presencia, tu amor, y que los habías liberado de la esclavitud de Egipto: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú aceptaste las ofrendas de purificación de tus hijos luego del ritual de limpieza de ocho días: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú fuiste glorificado por David, el octavo hijo de Jesé, cuando llevó el Arca de la Alianza a la Ciudad de David en medio de cantos de alabanza con cítaras de octava: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú escuchaste el llanto de arrepentimiento de David, el cual cantó con su cítara de ocho cuerdas: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú fuiste glorificado cuando Salomón completó la Casa del Señor en el octavo mes del año: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú llenaste el Templo con tu majestad y bajaste a morar con tus hijos en el octavo día de la Fiesta de la Dedicación: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú determinaste que debía haber ocho escalones para poder llegar hasta tu Presencia en el nuevo Templo según la visión del profeta Ezequiel: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú fuiste glorificado cuando el Templo profanado, fue purificado y vuelto a consagrar por los Macabeos durante los ocho días de la Fiesta de la Dedicación: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú pactaste una Nueva Alianza con tus hijos por medio de Jesús, tu Hijo, el cual fue circuncidado al octavo día: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú manifestaste a tu Hijo Jesús durante la Transfiguración, ocho días después de haber alimentado a las multitudes: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú fuiste glorificado cuando en el octavo día de la Fiesta de la Dedicación, estando en el Portal de Salomón en el Templo, tu Hijo Jesús reveló que estaba consagrado a Dios Nuestro Padre, y que Él y el Padre eran Uno: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú fuiste glorificado cuando tu Hijo Jesús resucitó de entre los muertos el octavo día de su Semana de pasión y redención por nuestros pecados: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
− Dios Padre Nuestro, Tú fuiste glorificado cuando Jesús mostró sus heridas al incrédulo Tomás, al octavo día de su Resurrección: Ten Misericordia de nosotros, ¡oh, Padre Amoroso!
Oremos: Amadísimo Dios Padre nuestro, permítenos conocerte, amarte y honrarte a través de ocho días de purificación y consagración, como Tú lo has querido a lo largo de nuestra Historia de Salvación. Haz que la Santa Octava de Consagración a Ti y su solemne octavo día dedicado a Ti, sirva para que todos tus hijos retornen a tu Morada. Que esta gracia sea concedida por medio de tu Amor y el Amor de Jesús, nuestro Dios y Salvador; y el Espíritu Santo, nuestro Dios y santificador
y María nuestra Madre. ¡Amén!
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor Dios nuestro… En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Amén!
«Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre! El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él» (Rom. 8, 14 – 17)
Amadísimo Dios mi Padre: Con reverencia y maravilla he aprendido a alabarte a Ti y a toda tu creación. Con sincera gratitud, he aprendido a agradecerte por tu ilimitada generosidad. Con humildad y amor he aprendido a ofrecerte todo lo que me has dado. Con un corazón contrito y humillado, pero lleno de esperanza, he aprendido a pedir tu perdón y tierna misericordia. Y ahora que puedo apreciar plenamente que existes, que eres Dios, que creaste todo este universo, que me
creaste a mí, comprendo, que además de estas maravillas, Tú eres verdaderamente mi Padre, y yo soy para Ti verdaderamente tu hijo. ¿Cómo puede mi corazón contener la emoción? No solo soy tu criatura, ¡también soy tu hijo! Me creaste a Imagen tuya para que pudiera pasar la eternidad contigo.
Me has amado tanto… Sin embargo, a pesar de que esto me lo has dicho por medio de las Santas Escrituras y por medio de las enseñanzas de nuestra Iglesia, mis oídos no han escuchado tus palabras, y mi corazón se ha endurecido.
Me he extraviado en caminos muy lejanos a tu Voz, a tu Corazón, al Amor que sientes por mí. Pero ahora el velo se ha levantado, la niebla se ha dispersado. Veo, escucho, comprendo… ¡Tú eres en verdad mi Padre y yo soy verdaderamente tu hijo!
Soy tu hijo pródigo, que corre de regreso a Ti, hacia tus brazos que esperan. Vuelvo a Casa, a Ti, mi Padre, donde yo pertenezco. Por favor, abrázame fuerte a tu Corazón y jamás me dejes ir, ahora y para siempre. ¡Amén!
Medita en lo que significa tener a Dios como tu verdadero Padre; y para Ti, ser su verdadero hijo. ¿Qué significa esta herencia? Piensa en el inmenso gozo y las responsabilidades que esto encierra.