Consagración Total a Jesús por María: Día 32

JESÚS PALABRA DE VIDA ETERNA.

Y ésta es la vida eterna: conocerte a ti, único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesús, el Cristo. Yo te he glorificado en la tierra y he terminado la obra que me habías encomendado. Ahora, Padre, dame junto a ti la misma Gloria que tenía a tu lado antes que comenzara el mundo. He manifestado tu Nombre a los hombres: hablo de los que me diste, tomándolos del mundo. Eran tuyos, y tú me los diste y han guardado tu Palabra… Yo les he dado tu mensaje, y el mundo los ha repudiado, porque no son del mundo como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos mediante la verdad: tu palabra es Verdad” (Juan 17, 3-6; 14-17)

Tomado del libro Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen por San Luis María Grignion de Montfort 257- 260

He aquí algunas prácticas interiores que tienen gran eficacia santificadora para aquellos a quienes el Espíritu Santo llama a una elevada santidad. Todo resume en obrar siempre: por María, con María en María y para María a fin de obrar más perfectamente por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo y para Jesucristo.

1. Obrar para María o conforme al espíritu de María. Hay que realizar las propias acciones por María, es decir, es preciso obedecer en todo a María, moverse en todo a impulso del espíritu de María, que es Espíritu de Dios. «Todos aquellos a los que conduce el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios». De manera semejante, los que son conducidos por el espíritu María son hijos de María son hijos de María, y, por consiguiente, hijos de Dios… Y entre tantos devotos de la Santísima Virgen solo son verdaderos y fieles devotos suyos los que se dejan conducir por su espíritu. Para dejarte conducir el espíritu de María, es preciso que:

1° Antes de obrar, por ejemplo, antes de orar, celebrar la santa Misa o participar en Ella, comulgar, etc. Renuncies a tu propio espíritu, tus propias luces, querer y obrar. Porque las tinieblas del espíritu y la malicia de la voluntad son tales que, si las sigues, por excelentes que te parezcan, obstaculizarán al santo espíritu de María.

2° Te entregues al espíritu de María para ser movilizado y conducido por él de la manera que Ella quiera. Debes abandonarte en sus manos virginales, como la herramienta en manos del obrero, como el laúd en manos de un tañedor. Tienes que perderte y abandonarte a Ella, como una piedra que se arroja al mar, lo cual se hace sencillamente y en un momento, con una simple mirada del espíritu, un ligero movimiento de la voluntad o con pocas palabras, diciendo, por ejemplo: “Renuncio a mí mismo y me consagro a ti, querida Madre mía” y aun cuando no sientas ninguna dulzura sensible en este acto de unión, no por ello deja de ser verdadero.

2. Obrar con María o imitando a María: Hay que realizar las propias acciones con María, es decir, mirar a María como el modelo acabado de toda virtud y perfección, formado por el Espíritu Santo es una pura creatura, para que lo imites según tus limitadas capacidades. Es, pues, necesario que en cada acción mires como la hizo o haría la Santísima Virgen, si estuviera en tu lugar. Para esto debes examinar y meditar las grandes virtudes que Ella practicó durante toda su vida, y particularmente:

1° Su fe viva, por lo cual creyó sin vacilar la palabra del ángel y siguió creyendo fiel y constantemente hasta el pie de la cruz en el Calvario.

2° Su humildad profunda, que la llevó siempre a ocultarse, callarse, someterse en todo y colocarse en el último lugar.

3° Su pureza totalmente divina, que no ha tenido ni tendrá jamás igual sobre la tierra. Y finalmente, todas sus demás virtudes. Recuerda te lo repito que María es el grandioso y único modelo de Dios, apto para hacer imágenes vivas de Dios, a poco costo y en poco tiempo. Quien halla este molde y se pierde en él, muy pronto se transformará en Jesucristo, a quien este molde representa al natural.

3. Obrar en María o íntima unión con Ella.


Por liberación, sanación y protección

Salmo 36 (37): La verdadera y la falsa felicidad

Ant. Confía en el Señor y sigue su camino.

No te exasperes por los malvados, no envidies a los que obran el mal:

se secarán pronto, como la hierba, como el césped verde se agostarán.

Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra y practica la lealtad;

sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón.

Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará:

hará brillar tu justicia como el amanecer; tu derecho, como el mediodía.

Descansa en el Señor y espera en él, no te exasperes por el hombre que triunfa empleando la intriga:

cohíbe la ira, reprime el coraje, no te exasperes, no sea que obres mal;

porque los que obran mal son excluidos, pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.

Aguarda un momento: desapareció el malvado, fíjate en su sitio: ya no está;

en cambio, los sufridos poseen la tierra y disfrutan de paz abundante.

El malvado intriga contra el justo, rechina sus dientes contra él;

pero el Señor se ríe de él, porque ve que le llega su hora.

Los malvados desenvainan la espada, asestan el arco,

para abatir a pobres y humildes, para asesinar a los honrados;

pero su espada les atravesará el corazón, sus arcos se romperán.

Mejor es ser honrado con poco que ser malvado en la opulencia;

pues al malvado se le romperán los brazos, pero al honrado lo sostiene el Señor.

El Señor vela por los días de los buenos, y su herencia durará siempre;

no se agostarán en tiempo de sequía, en tiempo de hambre se saciarán;

pero los malvados perecerán, los enemigos del Señor

se marchitarán como la belleza de un prado, en humo se disiparán.

El malvado pide prestado y no devuelve, el justo se compadece y perdona.

Los que el Señor bendice poseen la tierra, los que él maldice son excluidos.

El Señor asegura los pasos del hombre, se complace en sus caminos;

si tropieza, no caerá, porque el Señor lo tiene de la mano.

Fui joven, ya soy viejo: nunca he visto a un justo abandonado,

ni a su linaje mendigando el pan.

A diario se compadece y da prestado; bendita será su descendencia.

Apártate del mal y haz el bien, y siempre tendrás una casa;

porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles.

Los inicuos son exterminados, la estirpe de los malvados se extinguirá;

pero los justos poseen la tierra, la habitarán por siempre jamás.

La boca del justo expone la sabiduría, su lengua explica el derecho;

porque lleva en el corazón la ley de su Dios, y sus pasos no vacilan.

El malvado espía al justo e intenta darle muerte;

pero el Señor no lo entrega en sus manos, no deja que lo condenen en el juicio.

Confía en el Señor, sigue su camino; él te levantará a poseer la tierra,

y verás la expulsión de los malvados.

Vi a un malvado que se jactaba, que prosperaba como un cedro frondoso;

volví a pasar, y ya no estaba; lo busqué, y no lo encontré.

Observa al honrado, fíjate en el bueno: su porvenir es la paz; los impíos serán totalmente aniquilados, el porvenir de los malvados quedará truncado.

El Señor es quien salva a los justos, él es su alcázar en el peligro;

el Señor los protege y los libra, los libra de los malvados y los salva,

porque se acogen a él.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Confía en el Señor y sigue su camino.


Oraciones propias del día

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!

Ven, Espíritu Santo, abre mis oídos para escuchar tu Palabra. Ven Espíritu Santo, abre mi mente para entenderla. Ven, Espíritu Santo, abre mi corazón para guardarla. Ven, Espíritu Santo, y abre mi boca para proclamarla. Ven, Espíritu Santo, y toca mi vida para llegar a la santidad. ¡Amén!

Orar y meditar: Letanías del Santo Nombre de Jesús / Oración a Jesucristo / Oh, Jesús que vives en María / Gloria / Dulce Madre.


LETANÍAS DEL SANTO NOMBRE DE JESÚS
Señor, ten piedad de nosotros: Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros: Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros: Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, óyenos: Cristo, oyénos
Cristo, escúchanos: Cristo, escúchanos
Dios Padre Celestial: Ten piedad de nosotros
Dios, Hijo, Redentor del mundo: Ten piedad de nosotros
Dios, Espíritu Santo: Ten piedad de nosotros
Dios, santo, uno y trino: Ten piedad de nosotros
Jesús, Hijo de Dios vivo: Ten piedad de nosotros
Jesús, resplandor del Padre: Ten piedad de nosotros
Jesús, resplandor del Padre: Ten piedad de nosotros
Jesús, candor de la luz eterna: Ten piedad de nosotros
Jesús, rey de gloria: Ten piedad de nosotros
Jesús, sol de justicia: Ten piedad de nosotros
Jesús, Hijo de la Virgen María: Ten piedad de nosotros
Jesús, amable: Ten piedad de nosotros
Jesús, admirable: Ten piedad de nosotros
Jesús, Dios fuerte: Ten piedad de nosotros
Jesús, Padre del siglo futuro: Ten piedad de nosotros
Jesús, ángel del gran consejo: Ten piedad de nosotros
Jesús, poderosísimo: Ten piedad de nosotros
Jesús, obendientísimo: Ten piedad de nosotros
Jesús, manso y humilde de corazón: Ten piedad de nosotros
Jesús, amador de la castidad: Ten piedad de nosotros
Jesús, amador nuestro: Ten piedad de nosotros
Jesús, Dios de paz: Ten piedad de nosotros
Jesús, autor de la vida: Ten piedad de nosotros
Jesús, modelo de virtudes: Ten piedad de nosotros
Jesús, celador de las almas: Ten piedad de nosotros
Jesús, Dios nuestro: Ten piedad de nosotros
Jesús, refugio nuestro: Ten piedad de nosotros
Jesús, padre de los pobres: Ten piedad de nosotros
Jesús, tesoro de los fieles: Ten piedad de nosotros
Jesús, buen pastor: Ten piedad de nosotros
Jesús, luz verdadera: Ten piedad de nosotros
Jesús, sabiduria eterna: Ten piedad de nosotros
Jesús, bondad infinita: Ten piedad de nosotros
Jesús, camino y vida nuestra: Ten piedad de nosotros
Jesús, gozo de los ángeles: Ten piedad de nosotros
Jesús, rey de los patriarcas: Ten piedad de nosotros
Jesús, maestro de los apóstoles: Ten piedad de nosotros
Jesús, doctor de los evangelistas: Ten piedad de nosotros
Jesús, fortaleza de los mártires: Ten piedad de nosotros
Jesús, luz de los confesores: Ten piedad de nosotros
Jesús, pureza de las vírgenes: Ten piedad de nosotros
Jesús, corona de todos los santos: Ten piedad de nosotros
Sednos propicio: Perdónanos, Jesús
De todo mal: Escúchanos, Jesús
De todo pecado: Líbranos, Jesús
De todo ira: Líbranos, Jesús
De las acechanzas del demonio: Líbranos, Jesús
Del espíritu de fornicación: Líbranos, Jesús
De la muerte eterna: Líbranos, Jesús
Del desprecio de tus inspiraciones: Líbranos, Jesús
Por el misterio de tu santa encarnación: Te rogamos, óyenos
Por tu nacimiento: Te rogamos, óyenos
Por tu infancia: Te rogamos, óyenos
Por tu vida divina: Te rogamos, óyenos
Por tus trabajos: Te rogamos, óyenos
Por tu pasión y gloria: Te rogamos, óyenos
Por tu cruz y desamparo: Te rogamos, óyenos
Por tus sufrimientos: Te rogamos, óyenos
Por tu muerte y sepultura: Te rogamos, óyenos
Por tu resurección: Te rogamos, óyenos
Por tu ascensión: Te rogamos, óyenos    
Por tu institución de la Santísima Eucaristía: Te rogamos, óyenos
Por tus gozos: Te rogamos, óyenos
Por tu gloria: Te rogamos, óyenos
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo: Jesús, perdónanos
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo: Jesús, escúchanos
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo: Jesús, ten piedad de nosotros
Jesús: Oyénos
Jesús: Escúchanos
Bendito sea el nombre del Señor: Ahora y siempre, por los siglos de los siglos.  
  Señor Jesucristo, que dijiste: Pedid y recibireís, buscad y hallareís, llamad y se os abrirá; te suplicamos derames sobre nosotros la ternura de tu divino amor, a fin de que, amándote de todo corazón, con palabra y con obras, nunca cesemos de alabarte. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. ¡Amén!  

Oración de Montfort a Jesucristo

Déjame, Amabilísimo Jesús mío, que dirija a Ti, para atestiguarte mi reconocimiento por el obsequio que me has hecho con la devoción de la esclavitud, dándome a tu Santísima Madre para que sea Ella mi abogada delante de tu Majestad, y en mi grandísima miseria mi universal suplemento. ¡Ay, Señor! Tan miserable soy, que, sin esta buena Madre, infaliblemente me hubiera perdido. Sí, que a mí me hace falta María, delante de Ti, y en todas partes, me hace falta para calmar tu justa cólera, pues tanto te he ofendido y todos los días te ofendo, que me hace falta para detener los eternos y merecidos castigos con que tu justicia me amenaza, para pedirte, para acercarme a Ti y para darte gusto; me hace falta para salvar mi alma y la de otros; me hace falta, en una palabra, para hacer siempre tu voluntad y buscar en todo tu mayor gloria. ¡Ah, si pudiera yo publicar por todo el universo esta misericordia que me has tenido! ¡Si pudiera hacer que conociera todo el mundo que, si no fuera por María, yo estaría condenado! ¡Si yo pudiera dignamente darte las gracias por tan grande beneficio! María está en mí. ¡Qué gran tesoro! ¡Qué gran consuelo! Y, de ahora en adelante, ¿no seré acaso todo para Ella? ¡Qué ingratitud! Antes la muerte Salvador mío queridísimo, que permitas tal desgracia, que mejor quiero morir que vivir sin ser todo de María. Mil y mil veces, como San Juan Evangelista al pie de la cruz, la he tomado en vez de todas mis cosas. ¡Cuántas veces me he entregado a Ella! Pero si todavía no he hecho esta entrega a tu gusto, la hago ahora, mi Jesús querido, como Tú quieres que la haga. Y si en mi alma o en mi cuerpo ves alguna cosa que no pertenezca a esta Princesa augusta, arráncala, te lo ruego. Arrójala lejos de mí; que no siendo de María, indigna es de Ti. ¡Oh, Espíritu Santo! Concédeme todas las gracias. Planta, riega y cultiva en mi alma el árbol de la vida verdadero, que es la amabilísima María, para que crezca y florezca y dé con abundancia el fruto de vida. ¡Oh, Espíritu Santo! Dame mucha devoción y mucha afición a María; que me apoye mucho en su seno maternal, y recurra de continuo a su misericordia, para que en ella formes dentro de mí a Jesucristo, al natural, crecido y vigoroso hasta la plenitud de su edad perfecta. ¡Amén!


Oh, Jesus que vives en María

Ven, ¡Oh, Jesús!, que vives en María; ven a vivir y reinar en nosotros, que tu vida se exprese en nuestra vida para vivir tan sólo para Ti. Forja en nuestra alma, ¡Oh, Cristo!, tus virtudes, tu Espíritu divino y santidad, tus máximas perfectas y tus normas y el ardor de tu eterna caridad. Danos parte, Señor, en tus misterios para que te podamos imitar; tú que eres Luz de Luz, danos tus luces, y en pos de Ti podremos caminar. Reina, Cristo, en nosotros por tu Madre, sobre el demonio y la naturaleza, en virtud de tu nombre soberano, para la gloria del Padre celestial. ¡Amén!

Gloria

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Dulce Madre

Dulce Madre, no te alejes. Tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre cúbreme con tu manto, y haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!


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