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¡San Joaquín y Santa Ana padres de la Virgen María, patronos de los abuelos!
Los abuelitos directos de Jesús fueron elegidos por Dios para ser padre de la Santísima Virgen María, ambos provenían de la casa real de David, dedicaron sus vidas a la oración y servicio.
Ana quedó embarazada de María a una edad ya avanzada, un fruto proveniente de la gracia.
San Joaquín y Santa Ana fueron santificados por la presencia de su Inmaculada hija, pasaron la parte de su vida educando a su hija en la palabra, la obediencia y haciendo el bien.
San Joaquín es descrito como un hombre prominente, rico, respetado por el pueblo y muy piadoso. Él provenía de la casa de David, y regularmente daba su ofrenda a los pobres y al templo.
Se decía que su esposa era estéril pues ya habían tardado en concebir un hijo, se creía que era un castigo de Dios por lo que el sacerdote rechazaba a Joaquín y su ofrenda. Con este acontecimiento la tristeza lo invadió, retirándose al desierto donde ayunó e hizo penitencia por cuarenta días.
La pareja oró fervientemente prometiendo a Dios que su hijo sería entregado a su servicio y consagrarlo. Como respuesta a sus oraciones un ángel se le apareció a Ana y le dijo: «El Señor ha mirado tu tristeza y tus lágrimas; tú concebirás y darás a luz, y el fruto de tu vientre será bendecido por todo el mundo».
Joaquín recibió el mismo mensaje por parte de un ángel. Dios había contestado a sus oraciones en una forma mucho mejor de lo que ellos habían anhelado.
Tuvieron como hija a la Santísima Virgen María, la mujer más santa entre todas las mujeres quien se convertiría en la madre de Dios.
Sus padres se encargaron de ella durante toda su infancia hasta que fue llevada al templo de Jerusalén para ofrecerla así al servicio de Dios, con gran dolor fue entregada, pero al mismo tiempo con gran alegría en el corazón al cumplir con la promesa que le habían realizado al Señor.
¿Dónde estaban los abuelos de Jesús el día de su nacimiento? En Nazareth esperando con alegría su llegada, pues la Sagrada Familia tuvo que salir para proteger la vida de Jesús ante el mandato de Hérodes: Matar a los niños menores de tres años.
Podemos imaginar a Joaquín y Ana esperando y luego conociendo, por fin, a su nieto a la vuelta del largo exilio no programado, llenándole de besos, cantándole canciones para dormir, haciéndole regalos y, seguro, enseñándole las oraciones y las palabras de Dios a su pueblo elegido.
Podemos imaginar a María, yendo a la compra y dejando con toda confianza al pequeño en casa de los abuelos por unas horas.
ORACIÓN A SAN JOSÉ Y SANTA ANA.
Santos Joaquín y Ana, otorguénos la bendición por su gran fe y amor de padres.
Gloriosísimos padres de María Santísima, felicísimos abuelos de Jesús, modelos perfectísimos de casados, y dulces abogados míos, yo me alegro con vosotros de aquel gozo y consuelo que tuvisteis cuando, después de una larga esterilidad y de fervorosas oraciones, os avisó el Ángel que tendrías tan santa Hija. ¡Oh, quién supiera imitar vuestras heroicas virtudes! ¡Quién fuera, como vosotros, frecuente en la oración, compasivo con los pobres, amante de la soledad, sufrido en los trabajos y callado en los improperios! A lo menos por las gracias con que os previno el cielo para tan eminente dignidad, alcanzadme que, haciendo siempre la voluntad divina, y venciendo mis pasiones logre la dicha de gozar de vuestra amable compañía en la gloria. Os lo pido por el amor de vuestra benditísima Hija, y por los méritos de vuestro santísimo Nieto Jesús. Amén.
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