LA BIBLIA A TRAVÉS DE MARÍA DÍA 23

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Los dogmas marianos y la Reina Madre

La imagen de María como Reina Madre está directamente relacionada a dos de las enseñanzas más importantes de la Iglesia sobre María: la Asunción de María y su coronación como Reina del cielo y de la tierra. Los redactores del Nuevo Testamento consideran a María como la gébirah en el reino restaurado y transformado, es decir, la Reina Madre del nuevo Reino davídico. Esto configuró la forma en que la Iglesia primitiva entendió el papel de María en la historia de la salvación y a su vez, este entender de la Iglesia primitiva es lo que formó las enseñanzas oficiales de la Iglesia sobre María.

Madre de Dios

El primer dogma mariano oficial definido por la Iglesia: María como Madre de Dios. De todos los títulos que tiene María, éste probablemente es el que más usamos: lo decimos con cada Ave María: “Santa María, Madre de Dios…” Cada vez que repetimos el Ave María, hacemos eco a las palabras de Isabel en la Visitación: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!» Lc. 1, 42 Ella saludó a María con el título de realeza: “Madre de mi Señor”, lo cual quiere decir esencialmente lo mismo que “Madre de Dios”. La palabra griega para este título es Theotokos, que quiere decir literalmente: “portadora de Dios”.

El título “Madre de Dios”, no es solamente el más usado con respecto a María, sino que también es uno de los más antiguos; podemos encontrar ejemplos de cristianos que lo usaban en los primeros siglos de la Iglesia. Los primeros padres de la Iglesia incluyendo San Clemente de Alejandría, Orígenes, y San Alejandro, todos llamaban a María “Madre de Dios” o su equivalente: “Madre de mi Señor”; el título también aparece en una de las oraciones cristianas más antiguas, el Sub Tuum, rezada por los cristianos egipcios, la cual data a más tardar, del año 250 d.C., pero lo más probable es que sea mucho más antigua, es muy familiar para muchos: “Bajo tu amparo nos acogemos santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todos los peligros, oh siempre Virgen, gloriosa y bendita” Sub Tuum, oración antigua a María

Los primeros cristianos no tenían ningún problema en llamar a María “Madre de Dios”, ya que existían precedentes en las Sagradas Escrituras: ¡Las palabras de Isabel! Además, era totalmente lógico: Si Jesús es Dios, y María su madre, ella entonces es la Madre de Dios. Esta lógica se basa en una norma llamada: “Communicatio Odiomatum” o “Comunicación de Propiedades”. Según esta norma, todo lo que uno pueda decir sobre cualquiera de las dos naturalezas de Jesús, se puede decir también del propio Jesús, ya que sus dos naturalezas, su naturaleza divina y su naturaleza humana, están unidas a Él. Siendo Él una persona divina, aunque la Trinidad es eterna, sin principio ni fin, podemos
decir que Dios Hijo nació en Belén y murió en una cruz en el Calvario.

Por cientos de años nadie dijo una sola palabra en contra de llamar a María “Madre de Dios”, pero en el siglo V, eso comenzó a cambiar. Algunas personas de ese tiempo expresaron las mismas objeciones que repiten hoy algunos anticatólicos; argumentaban que al llamar a María “Madre de Dios”, estamos insinuando que María es la “originadora de Dios”. Ellos decían que podían aceptar el título de “Madre de Cristo”, pero no “Madre
de Dios”.

Al fondo de estas objeciones, había otra objeción a la unidad de las dos naturalezas de Cristo: decían que María dio a luz solamente a la naturaleza humana de Cristo, no a su naturaleza divina. Esto representaba el problema de dividir las naturalezas de Jesús como si Él fuera 2 personas y no solamente una.

La Iglesia, bajo el Papa Celestino I y San Cirilo de Alejandría, se opusieron a esta idea. San Cirilo señaló que una madre da a luz a una persona, no a una naturaleza, y que, por lo tanto, María dio a luz a Jesucristo, que era y es una persona divina. Otra de las respuestas fue que, aunque María no originó ni generó a Dios, ella sí lo llevó en su vientre y le dio a luz. Ella fue la madre de Dios.

La controversia respecto al título de María como Madre de Dios fue tratada en el año 431 en el Concilio de Éfeso, el cual fue convocado por el Papa Celestino I para resolver el debate sobre la Madre de Dios. El Papa no solamente convocó este gran Concilio Ecuménico pidiéndole a los Obispos de
esa época que hicieran este viaje peligroso por tierra o por mar solo para determinar si los cristianos deben o no llamar a María “Madre de Dios”, sino que en este Concilio se trató el asunto importantísimo de la enseñanza cristiana sobre las dos naturalezas de Cristo.

La Iglesia quería resolver de una vez por todas el debate que se había extendido por todo el imperio: ¿Es Jesús una o dos personas? La idea de que Jesús era al mismo tiempo una persona humana y una persona divina era enseñada por un hombre llamado Nestorio; sus enseñanzas estaban conduciendo a muchas personas por el mal camino. El Concilio de Éfeso rechazó categóricamente las enseñanzas de Nestorio y confirmó la antigua enseñanza de la Iglesia: declararon que Jesús es una persona divina con dos naturalezas. Tiene una naturaleza humana de su madre, y una naturaleza divina de su Padre.

María no le dio a Jesús su naturaleza divina ni su condición de Persona divina, Él ya poseía esas cualidades desde la eternidad por ser el único Hijo de engendrado por Dios, pero ella no solo le dio un cuerpo, sino que dio a luz a toda la persona de Jesús, y Él es verdadero Dios y verdadero Hombre, entonces María dio a luz a Jesucristo Dios y hombre. Esto es lo que profesamos cada vez que recitamos el Credo de los Apóstoles, creemos que Jesús es el Hijo de Dios, y que nació (todo Él) de Santa María Virgen.

«Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen» Credo de los Apóstoles «Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros lo hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre» Credo de Nicea-Constantinopla

Una madre haría todo lo posible para proteger a su hijo, eso es parte de lo que significa ser madre. En un nivel sobrenatural, esto es lo que María hace por su Hijo, Jesús, al poseer el título “Madre de Dios”: ella protege a su Hijo, o al menos, protege la verdad sobre su Hijo. La verdad es que Jesús no es solo un hombre, sino que es Dios hecho hombre. Jesús no es dos personas, sino una persona con dos naturalezas. Verdadero Dios y Verdadero Hombre.

Toda verdad sobre María, nos dice más sobre Jesús que de ella misma: así como la virginidad de María reforzó la noción de que Jesús es a la vez divino y humano, el título de María como Madre de Dios, refuerza la idea de que Jesús es una persona divina con dos naturalezas.

1. Jesús es solo una persona, no dos.
2. Él no es una persona humana que recibió ayuda divina.
3. Él no era una persona divina que simplemente adoptó la apariencia de un hombre. Él no se puso un disfraz de hombre cubriendo su divinidad.
4. Jesús era una Persona, nacido de una mujer, que poseía 2 naturalezas: verdadero Dios y verdadero hombre.

La legitimidad que da la reina

De Manera similar a la relación de María con Jesús, todas las reinas que precedieron a María tuvieron un papel esencial en el reino de sus hijos. Una de las tres tareas esenciales de la Reina Madre, era ser un símbolo de la legitimidad de su hijo. Ella era el vínculo entre su padre, el legítimo rey predecesor, y su hijo, actual legítimo rey. María como la Madre virginal de Dios es el vínculo entre la humanidad y la divinidad de su Hijo. Ella es el vínculo que permite que Jesús sea a la vez Dios y hombre. El tan esperado Hijo de David que puede gobernar un reino que es celestial, no terrenal, y que es eterno, no temporal.

Algunas conclusiones

o El título “Madre de Dios “es muy importante.
o De ninguna manera le quita ningún honor a Jesucristo
o María no es más grande que Cristo al ser su madre, y ella no es la originadora de Dios.
o El título María Madre de Dios expresa una verdad que debe ser declarada para proteger una verdad esencial sobre Jesucristo.

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Para finalizar:

Da gracias a Dios por habernos dado a María. (Hazlo con tus propias palabras)

Medita un momento la vida de María, y en cómo nunca dejó de confiar en Dios a pesar de los momentos tan difíciles que pasó. Medita también en la Consagración: ¡Vas a ser esclavo de María!

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…

En el en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!

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